TESTIMONIAL
RECUERDOS DEL PAISITO
Contaba en el último post, que había ido a la inauguración de una muestra de arte después de mucho tiempo, casi cuatro años y decía “que estaba infectada de marplas”, claro, era la muestra de otro nativo del paisito. También relataba que había venido el (ex) flaco Marzoratti. Luis es un tipo con el que recorrimos los últimos treinta años de la dura-plástica argentina y de otros lugares menos duros, aún haciendo cosas diferentes, en espacios propios, exponiendo en nuestro grupo, en muestras individuales y teniéndonos siempre el respeto de los que se manejan en su oficio desde la profesionalidad. Del grupo con que empezamos hace casi veintipico de años en los lejanos 80, él, Mariel (su mujer) y yo, creo que somos los únicos supervivientes del “obstinato rigore” continuo y buscón. El “cofla” tiene una extraña calidad, su pintura de un realismo duro, roza en lo metafísico, aunque algunos lo tilden de hiperrealismo no tiene mucho que ver con ese movimiento, y su imagen recortada a la manera de ciertos posters de los años 40-50 se pliega a la modernidad en los espacios, en los textos o en los elementos icónicos que las sobrevuelan, flores de ceibo, etc., lo que identificó su imagen de inmediato en el mercado americano, además de por su técnica impecable. Estoy contando la obra, cosa que no quiero hacer, pero además es de los pocos tipos buenos entre tanto amigo reo. En los dos días que pasó, cenamos, tomamos unos vinos, algún güisqui, y cafés a la mañana y las charlas pausadas de esas donde siempre aparece el nombre de algún “ejemplar” del pago y todo se va para el lado de los tomates, quiero decir para el lado de los recuerdos. Hablábamos de un personaje del “paisito” que había sido compañero de colegio en mi primera infancia. "R." no era exactamente un agraciado por Afrodita, pero tenía algo que lo diferenciaba de todos nosotros: la voz, piensen que la mayoría de nosotros, todavía niñitos (terribles huevones de esa época), de pantalones cortos, todavía chillábamos y silbábamos con esos cambios de voz que no terminaban de llegar a demostrar nuestra masculinidad.
Decía hace poco que es muy difícil ahora entender nuestra niñez sin tv, sin computadora, sin cine de catástrofes ni jueguitos electrónicos, etc. En verano solo la playa, dos visitas por temporada a los circos que nos visitaban para aprovechar la temporada, los viejos circos de los leones, los elefantes y los camellos, con domadores de la india con turbante, barba candado y látigo -tan reales como los que veiamos en las películas- y no estos latinos de ahora -casi siempre paraguayos o chilenos- que se ponen nombres exóticos (por lo común americanos siempre precedidos por el título de captain). Los nuestros eran circos donde había animales sucios, maltrechos, sarnosos, mal comidos pero animales al fin, circos que uno recuerda casi mas por los olores que por lo visual, cada vez que se cruza con el aserrín mezclado con querosén (cada vez menos) o con la vieja acaroína, olor solo compartido con el permanganato de los prostíbulos de los que todavía no teníamos idea. Las entradas por lo común eran a cambio de repartir los volantes por los barrios, o de soborno en la parroquia que les alquilaba el terreno, para que asistiéramos a las misas dominicales. Cuando había un mango íbamos a los cines de verano cerca de la costa, los de los dibujos animados y series, salas donde en vez de butacas había mesitas y se comían sandwiches o helados, abrían en diciembre y cerraban en marzo. Pero sin guita, si eras socio, el refugio era el viejo piso de deportes con su pista de hielo, que quedó anclada en la ciudad allá por los años cuarenta, por la quiebra de una compañía llamada Martínez de Hoz, o al costado la gran pista de patinaje sobre ruedas y varios cines donde gratis veíamos dibujos y cortos de propaganda peronista, pero lo mejor del verano era jugar hasta altas horas en las calles, casi la mayoría de tierra todavía. En el invierno escolar (de marzo a diciembre, en esa época) la escuela con el castigo de los deberes que en esa época eran con ilustraciones, a veces venía algún compañero a hacerlos con nosotros y también a “tomar la leche” como se decía en la época, hasta que llegara la madre o algún hermano mayor a buscarlo.
Eran épocas de mañanas con escarcha, de sabañones en las orejas y en los dedos, que solo se curaban con ácido pícrico que nos dejaba de color amarillo-güevo. Era la época del guardapolvo blanco riguroso y de las capas de goma cuando llovía junto a las botas de goma o para el rocío fuerte de la mañana, las galochas de goma sobre los zapatos -un solo par por año- y que había que cuidar y equilibrar el desgaste con el único par de zapatillas para las horas de gimnasia.
Otro entretenimiento durante las frecuentes rabonas al cole pasadas en “El viejo Lombardero” (heladería tradicional en el verano) con panchos y cocas (pagadas con las monedas malhabidas de los vueltos de los mandados), jugando horas al metegol, los viejos (no habían aparecido todavía las maquinitas con fichas), metegoles viejísimos de madera, con los muñequitos tallados y mal pintados que hacían el ruido metálico con la pelotita de madera cuando producíamos el prohibido molinete, había carteles por todos lados junto al prohibido escupir, sobre el uso de los baños solo para la clientela, y el prohibido hacer molinete en el metegol (habían roto con la maniobra vidrios y cerrado algún ojo). Pero esa era la diversión afuera, adentro de nuestras casas solo había un bien preciado que nos hacía junto a la lectura mas llevadera la vida rutinaria, la radio.Y no esas portátiles de ahora, eran las grandes de madera, fijas, eléctricas, casi siempre un mueble mas. Con el ojito verde, que a medida que girabas la perilla de las estaciones se cerraba o se abría dándole expresión del monstruo Polifemo. Casi siempre ubicada en los lugares de reunión, al lado del living si lo había o en la cocina que era el centro donde se vivía, salvo la visita de invitados finolis o alguna fiesta donde reinaba el Ranser en el livin-comedor y para los chicos el Winco en la zapie. Los horarios tempranos de la tarde, durante los días de semana, era de los radioteatros, con las madres, las hermanas y alguna vecina que venia a matear y tejer mientras escuchaban. La hora de la "leche", nuevamente nuestra con alguna serie como Tarzanito. Y después cuando llegaba el viejo a casa del trabajo era “El Glostora tango club”, de radio El Mundo y el gran final con Los Pérez García mientras se comía y a dormir.
Mardel era una ciudad “gorila”, de raigambre socialista, muy antiperonista donde todo el mundo votaba por el viejo PSD, de Palacios y de Ghioldi, tranquila, con intendentes que la recorrían en bici y una de las formas de rechazo al régimen peronista era el escuchar las radios uruguayas. La principal Radio Carve, con sus teleteatros, llenos de argentinos que acá no tenían trabajo por problemas políticos, radioteatros con Alcón y María Rosa Gallo y después a la tardecita Wimpi y su peluquería. Pero había algo que paraba a todos en los momentos posteriores al almuerzo, eran los radioteatros locales, solo había dos emisoras y cada una tenía el suyo, la ciudad se dividía en dos bandos, según lo que escucharas. Uno era el de las viejas novelas refritadas tipo “El León de Francia” o la popular y folclórica “Hormiga Negra", nosotros que cargábamos la cultura de “Montecristo” o de “Los tres mosqueteros” nos sentíamos mas proclives a D´artagnan jugando después con las espadas de madera. La otra era la corriente popular, a veces gauchesca o a veces tanguera, muchas de ellas recreaciones de Juan Carlos Chiappe. Un genio en lo suyo, admirado por Leonardo Favio que las escuchaba en sus tardes de chico en Mendoza y que le filma como homenaje su famoso Nazareno Cruz, que nosotros escuchamos tantas veces por la radio. Sus novelas, como todo el teatro popular tenían personajes fijos como Garabito (una especie de payaso sentimentaloide que era nuestro preferido), los otros personajes casi fijos, hasta con el mismo nombre, pasara la historia aquí, en Italia o en Francia. Las obras eran ya famosas y probadas, dadas hasta el hartazgo en todo el país: “Fachenzo el maldito” o ”El amor de la Cachirla” o “Por las calles de Pompeya yora el tango y la Mireya”, su clásico tanguero, que primero estrenadas en Buenos Aires en radio Excelsior o Argentina, se daban después por las ciudades chicas, y por fin llegaban a Mardel, el primer año en radio y al segundo en los cines, los teatros o los clubes.
Todo esto que conté fue para situar a “R.” mi condiscípulo, el feo de la buena voz porque él era el niño prodigio de la compañía de Juan Carlos Jiménez, la popular. Al quia le hacíamos repetir los textos al otro día en los recreos y que repartiera entradas de regalo en los estrenos. El pobre flaco, alto de casi 1,70, a los diez años (nos llevaba varias cabezas al resto) era el ejemplo del “tarugo”, despeinado, narigón y mocoso, tirando a sucio, pantalones cortos para reafirmar lo de “niño”, los huevos casi se le escapaban por el lompa cuando jugaba al fulbo sin delantal. Claro era época en que estaban de moda los prodigios, casi todos españoles los que veíamos en el cine local, Joselito, aterrando con “una vez un ruiseñor...” o Pablito Calvo con su “Marcelino Pan y vino”, alguna chica como Marisol también gallega pero casi un preaviso de lo pop, acá habíamos tenido a la nuestra: Adrianita, que había pasado a formar parte del folclore peronista en la radio con un ciclo que se llamaba “Un mundo de fantasía” y en el cine con unas películas insufribles por lo lacrimógenas. Ese radioteatro llevado a los barrios, era espectacular en el peor sentido, solo igualable a algunas animaciones de “Todo por dos pesos”, donde lo kitchs, lo melodramático, la incoherencia en los tiempos, en el lenguaje, las situaciones livianamente edípicas, el enamoramiento entre hermanos que no sabían que lo eran y que se descubrían solo en las frases que dejaban pendientes en los distintos capítulos los relatores. Porque lo distintivo de este género era el relator, que era quien situaba, creaba los climas, contaba infidencias de los personajes, nos advertía del traidor, de la mujer pérfida, nos contaba los pasos futuros y las historias pasadas que la novela no había tocado. A veces en el teatro el relator era mas famoso que los artistas, hablaba a la vista, con sus papeles en un atril. Pero lo más interesante, que en toda obra uno de los cuadros cumbres era con música y bailes, sería posiblemente un resabio del viejo circo criollo, sino era durante el gran final, casi siempre con la fiesta de matrimonio de los protagonistas o el bautismo del primer hijo. Las vueltas de tuerca de las representaciones era la inclusión de mascotas, casi siempre perros adiestrados, algún perro de policía que se presentaba como Rin-tin-tin III o VI, según la conveniencia o un collie del cual se decía en el programa de mano que era un hijo de Lassie, (ellos eran los perros estrellas de la época), en los programas de cine siempre se incluía algún episodio de los “legítimos”, ya vendrían con la posmodernidad gatos como Chatran. En los entreactos, mientras cambiaban las escenografías con telón negro, el rope atravesaba aros de fuego, saltaba vallas, subía escaleras, o simplemente desataba espectadores que se prestaban para ser atados a una silla... La competencia hizo que uno de los elencos en una obra campestre, pusieran diez ponnies en escena para cuando llegaba la indiada, convirtiendo el escenario en un verdadero bosteadero, con el problema de la limpieza y el olor en la sala. Todo esto hizo que cuando conocimos las obras de Fellini sobre su infancia, sus amigos, su despertar sexual, no nos asombraran tanto, para nosotros era la vida común, la habíamos vivido así, con esa magia. Todo terminó casi con la década, sincronizadamente. Una tarde a la hora del radioteatro se informó que viniendo de Miramar de actuar había volcado el auto de Juan Carlos Giménez y todos menos la primera estrella, (Marita de la Cruz) habían muerto. Después a los meses y con bastones comenzó el teleteatro de la Marita, pero ya no era lo mismo, la magía se había acabado. La otra compañía, la “culturosa”, la del León de Francia, también terminó abruptamente por un accidente que tuvo el galán. El galán de baires de la radio había sido cantor, se llamaba Raúl Chanel y en el teatro Colón de Mardel se tiraba con una cuerda agarrada al centro del techo desde los palcos altos, (con capa, antifaz y espada en la mano como el zorro) después, por los años lo reemplazó Osvaldo Carmona (otro langa) pero… se cortó la cuerda. Cuando lo cuento parece un chiste, un día hice que lo relatara su hija, Sandra, que era una de las guías del museo Castagnino, tampoco lo creyeron… (manga de incrédulos). Así terminó la carrera del León, que a partir de ese momento fue el “rengo” Carmona, siguió muchos años como relator de otra compañía que armó y finalmente como locutor en las radios de mardel, siempre presentado como Osvaldo “león” Carmona, pero ya eran los primeros sesenta y empezaba a llegar tímidamente la televisión... El flaco R. siguió en la radio, en algún diario, creo que era El Atlántico, vendiendo publicidad, escribiendo algunas notas en revistas de gremios, con Moyano, con Ibáñez o con Saravia de la pesca, los sindicalistas que apoyaron a Menem cuando todavía estaba preso en Tandil y pasaba los fines de semana en el paisito, después el flaco ya de lleno en la mala política, buchón de la cana, se comentaba que también de la Side, tuvo oscuros programas políticos que mejor olvidar...
Nos despedimos con Luis, (ojo que también hablamos de pintura, y de la vida y de otras boludeces no trascendentales), otro día, en otro encuentro con el cofla despellejaremos a otro recuerdo del paisito...
Alejandro
RECUERDOS DEL PAISITO
Contaba en el último post, que había ido a la inauguración de una muestra de arte después de mucho tiempo, casi cuatro años y decía “que estaba infectada de marplas”, claro, era la muestra de otro nativo del paisito. También relataba que había venido el (ex) flaco Marzoratti. Luis es un tipo con el que recorrimos los últimos treinta años de la dura-plástica argentina y de otros lugares menos duros, aún haciendo cosas diferentes, en espacios propios, exponiendo en nuestro grupo, en muestras individuales y teniéndonos siempre el respeto de los que se manejan en su oficio desde la profesionalidad. Del grupo con que empezamos hace casi veintipico de años en los lejanos 80, él, Mariel (su mujer) y yo, creo que somos los únicos supervivientes del “obstinato rigore” continuo y buscón. El “cofla” tiene una extraña calidad, su pintura de un realismo duro, roza en lo metafísico, aunque algunos lo tilden de hiperrealismo no tiene mucho que ver con ese movimiento, y su imagen recortada a la manera de ciertos posters de los años 40-50 se pliega a la modernidad en los espacios, en los textos o en los elementos icónicos que las sobrevuelan, flores de ceibo, etc., lo que identificó su imagen de inmediato en el mercado americano, además de por su técnica impecable. Estoy contando la obra, cosa que no quiero hacer, pero además es de los pocos tipos buenos entre tanto amigo reo. En los dos días que pasó, cenamos, tomamos unos vinos, algún güisqui, y cafés a la mañana y las charlas pausadas de esas donde siempre aparece el nombre de algún “ejemplar” del pago y todo se va para el lado de los tomates, quiero decir para el lado de los recuerdos. Hablábamos de un personaje del “paisito” que había sido compañero de colegio en mi primera infancia. "R." no era exactamente un agraciado por Afrodita, pero tenía algo que lo diferenciaba de todos nosotros: la voz, piensen que la mayoría de nosotros, todavía niñitos (terribles huevones de esa época), de pantalones cortos, todavía chillábamos y silbábamos con esos cambios de voz que no terminaban de llegar a demostrar nuestra masculinidad.
Decía hace poco que es muy difícil ahora entender nuestra niñez sin tv, sin computadora, sin cine de catástrofes ni jueguitos electrónicos, etc. En verano solo la playa, dos visitas por temporada a los circos que nos visitaban para aprovechar la temporada, los viejos circos de los leones, los elefantes y los camellos, con domadores de la india con turbante, barba candado y látigo -tan reales como los que veiamos en las películas- y no estos latinos de ahora -casi siempre paraguayos o chilenos- que se ponen nombres exóticos (por lo común americanos siempre precedidos por el título de captain). Los nuestros eran circos donde había animales sucios, maltrechos, sarnosos, mal comidos pero animales al fin, circos que uno recuerda casi mas por los olores que por lo visual, cada vez que se cruza con el aserrín mezclado con querosén (cada vez menos) o con la vieja acaroína, olor solo compartido con el permanganato de los prostíbulos de los que todavía no teníamos idea. Las entradas por lo común eran a cambio de repartir los volantes por los barrios, o de soborno en la parroquia que les alquilaba el terreno, para que asistiéramos a las misas dominicales. Cuando había un mango íbamos a los cines de verano cerca de la costa, los de los dibujos animados y series, salas donde en vez de butacas había mesitas y se comían sandwiches o helados, abrían en diciembre y cerraban en marzo. Pero sin guita, si eras socio, el refugio era el viejo piso de deportes con su pista de hielo, que quedó anclada en la ciudad allá por los años cuarenta, por la quiebra de una compañía llamada Martínez de Hoz, o al costado la gran pista de patinaje sobre ruedas y varios cines donde gratis veíamos dibujos y cortos de propaganda peronista, pero lo mejor del verano era jugar hasta altas horas en las calles, casi la mayoría de tierra todavía. En el invierno escolar (de marzo a diciembre, en esa época) la escuela con el castigo de los deberes que en esa época eran con ilustraciones, a veces venía algún compañero a hacerlos con nosotros y también a “tomar la leche” como se decía en la época, hasta que llegara la madre o algún hermano mayor a buscarlo.
Eran épocas de mañanas con escarcha, de sabañones en las orejas y en los dedos, que solo se curaban con ácido pícrico que nos dejaba de color amarillo-güevo. Era la época del guardapolvo blanco riguroso y de las capas de goma cuando llovía junto a las botas de goma o para el rocío fuerte de la mañana, las galochas de goma sobre los zapatos -un solo par por año- y que había que cuidar y equilibrar el desgaste con el único par de zapatillas para las horas de gimnasia.
Otro entretenimiento durante las frecuentes rabonas al cole pasadas en “El viejo Lombardero” (heladería tradicional en el verano) con panchos y cocas (pagadas con las monedas malhabidas de los vueltos de los mandados), jugando horas al metegol, los viejos (no habían aparecido todavía las maquinitas con fichas), metegoles viejísimos de madera, con los muñequitos tallados y mal pintados que hacían el ruido metálico con la pelotita de madera cuando producíamos el prohibido molinete, había carteles por todos lados junto al prohibido escupir, sobre el uso de los baños solo para la clientela, y el prohibido hacer molinete en el metegol (habían roto con la maniobra vidrios y cerrado algún ojo). Pero esa era la diversión afuera, adentro de nuestras casas solo había un bien preciado que nos hacía junto a la lectura mas llevadera la vida rutinaria, la radio.Y no esas portátiles de ahora, eran las grandes de madera, fijas, eléctricas, casi siempre un mueble mas. Con el ojito verde, que a medida que girabas la perilla de las estaciones se cerraba o se abría dándole expresión del monstruo Polifemo. Casi siempre ubicada en los lugares de reunión, al lado del living si lo había o en la cocina que era el centro donde se vivía, salvo la visita de invitados finolis o alguna fiesta donde reinaba el Ranser en el livin-comedor y para los chicos el Winco en la zapie. Los horarios tempranos de la tarde, durante los días de semana, era de los radioteatros, con las madres, las hermanas y alguna vecina que venia a matear y tejer mientras escuchaban. La hora de la "leche", nuevamente nuestra con alguna serie como Tarzanito. Y después cuando llegaba el viejo a casa del trabajo era “El Glostora tango club”, de radio El Mundo y el gran final con Los Pérez García mientras se comía y a dormir.
Mardel era una ciudad “gorila”, de raigambre socialista, muy antiperonista donde todo el mundo votaba por el viejo PSD, de Palacios y de Ghioldi, tranquila, con intendentes que la recorrían en bici y una de las formas de rechazo al régimen peronista era el escuchar las radios uruguayas. La principal Radio Carve, con sus teleteatros, llenos de argentinos que acá no tenían trabajo por problemas políticos, radioteatros con Alcón y María Rosa Gallo y después a la tardecita Wimpi y su peluquería. Pero había algo que paraba a todos en los momentos posteriores al almuerzo, eran los radioteatros locales, solo había dos emisoras y cada una tenía el suyo, la ciudad se dividía en dos bandos, según lo que escucharas. Uno era el de las viejas novelas refritadas tipo “El León de Francia” o la popular y folclórica “Hormiga Negra", nosotros que cargábamos la cultura de “Montecristo” o de “Los tres mosqueteros” nos sentíamos mas proclives a D´artagnan jugando después con las espadas de madera. La otra era la corriente popular, a veces gauchesca o a veces tanguera, muchas de ellas recreaciones de Juan Carlos Chiappe. Un genio en lo suyo, admirado por Leonardo Favio que las escuchaba en sus tardes de chico en Mendoza y que le filma como homenaje su famoso Nazareno Cruz, que nosotros escuchamos tantas veces por la radio. Sus novelas, como todo el teatro popular tenían personajes fijos como Garabito (una especie de payaso sentimentaloide que era nuestro preferido), los otros personajes casi fijos, hasta con el mismo nombre, pasara la historia aquí, en Italia o en Francia. Las obras eran ya famosas y probadas, dadas hasta el hartazgo en todo el país: “Fachenzo el maldito” o ”El amor de la Cachirla” o “Por las calles de Pompeya yora el tango y la Mireya”, su clásico tanguero, que primero estrenadas en Buenos Aires en radio Excelsior o Argentina, se daban después por las ciudades chicas, y por fin llegaban a Mardel, el primer año en radio y al segundo en los cines, los teatros o los clubes.
Todo esto que conté fue para situar a “R.” mi condiscípulo, el feo de la buena voz porque él era el niño prodigio de la compañía de Juan Carlos Jiménez, la popular. Al quia le hacíamos repetir los textos al otro día en los recreos y que repartiera entradas de regalo en los estrenos. El pobre flaco, alto de casi 1,70, a los diez años (nos llevaba varias cabezas al resto) era el ejemplo del “tarugo”, despeinado, narigón y mocoso, tirando a sucio, pantalones cortos para reafirmar lo de “niño”, los huevos casi se le escapaban por el lompa cuando jugaba al fulbo sin delantal. Claro era época en que estaban de moda los prodigios, casi todos españoles los que veíamos en el cine local, Joselito, aterrando con “una vez un ruiseñor...” o Pablito Calvo con su “Marcelino Pan y vino”, alguna chica como Marisol también gallega pero casi un preaviso de lo pop, acá habíamos tenido a la nuestra: Adrianita, que había pasado a formar parte del folclore peronista en la radio con un ciclo que se llamaba “Un mundo de fantasía” y en el cine con unas películas insufribles por lo lacrimógenas. Ese radioteatro llevado a los barrios, era espectacular en el peor sentido, solo igualable a algunas animaciones de “Todo por dos pesos”, donde lo kitchs, lo melodramático, la incoherencia en los tiempos, en el lenguaje, las situaciones livianamente edípicas, el enamoramiento entre hermanos que no sabían que lo eran y que se descubrían solo en las frases que dejaban pendientes en los distintos capítulos los relatores. Porque lo distintivo de este género era el relator, que era quien situaba, creaba los climas, contaba infidencias de los personajes, nos advertía del traidor, de la mujer pérfida, nos contaba los pasos futuros y las historias pasadas que la novela no había tocado. A veces en el teatro el relator era mas famoso que los artistas, hablaba a la vista, con sus papeles en un atril. Pero lo más interesante, que en toda obra uno de los cuadros cumbres era con música y bailes, sería posiblemente un resabio del viejo circo criollo, sino era durante el gran final, casi siempre con la fiesta de matrimonio de los protagonistas o el bautismo del primer hijo. Las vueltas de tuerca de las representaciones era la inclusión de mascotas, casi siempre perros adiestrados, algún perro de policía que se presentaba como Rin-tin-tin III o VI, según la conveniencia o un collie del cual se decía en el programa de mano que era un hijo de Lassie, (ellos eran los perros estrellas de la época), en los programas de cine siempre se incluía algún episodio de los “legítimos”, ya vendrían con la posmodernidad gatos como Chatran. En los entreactos, mientras cambiaban las escenografías con telón negro, el rope atravesaba aros de fuego, saltaba vallas, subía escaleras, o simplemente desataba espectadores que se prestaban para ser atados a una silla... La competencia hizo que uno de los elencos en una obra campestre, pusieran diez ponnies en escena para cuando llegaba la indiada, convirtiendo el escenario en un verdadero bosteadero, con el problema de la limpieza y el olor en la sala. Todo esto hizo que cuando conocimos las obras de Fellini sobre su infancia, sus amigos, su despertar sexual, no nos asombraran tanto, para nosotros era la vida común, la habíamos vivido así, con esa magia. Todo terminó casi con la década, sincronizadamente. Una tarde a la hora del radioteatro se informó que viniendo de Miramar de actuar había volcado el auto de Juan Carlos Giménez y todos menos la primera estrella, (Marita de la Cruz) habían muerto. Después a los meses y con bastones comenzó el teleteatro de la Marita, pero ya no era lo mismo, la magía se había acabado. La otra compañía, la “culturosa”, la del León de Francia, también terminó abruptamente por un accidente que tuvo el galán. El galán de baires de la radio había sido cantor, se llamaba Raúl Chanel y en el teatro Colón de Mardel se tiraba con una cuerda agarrada al centro del techo desde los palcos altos, (con capa, antifaz y espada en la mano como el zorro) después, por los años lo reemplazó Osvaldo Carmona (otro langa) pero… se cortó la cuerda. Cuando lo cuento parece un chiste, un día hice que lo relatara su hija, Sandra, que era una de las guías del museo Castagnino, tampoco lo creyeron… (manga de incrédulos). Así terminó la carrera del León, que a partir de ese momento fue el “rengo” Carmona, siguió muchos años como relator de otra compañía que armó y finalmente como locutor en las radios de mardel, siempre presentado como Osvaldo “león” Carmona, pero ya eran los primeros sesenta y empezaba a llegar tímidamente la televisión... El flaco R. siguió en la radio, en algún diario, creo que era El Atlántico, vendiendo publicidad, escribiendo algunas notas en revistas de gremios, con Moyano, con Ibáñez o con Saravia de la pesca, los sindicalistas que apoyaron a Menem cuando todavía estaba preso en Tandil y pasaba los fines de semana en el paisito, después el flaco ya de lleno en la mala política, buchón de la cana, se comentaba que también de la Side, tuvo oscuros programas políticos que mejor olvidar...
Nos despedimos con Luis, (ojo que también hablamos de pintura, y de la vida y de otras boludeces no trascendentales), otro día, en otro encuentro con el cofla despellejaremos a otro recuerdo del paisito...
Alejandro
20 Comentarios:
Mis viejos también me hablaban del radioteatro pero cuando los escuche hace algunos años por radio nacional me resultaron patéticos, y lo de circos con animales, hummmmm....n.b.
Circo con animales llegué a ir, a uno que paraba en el campito de Temperlí (ahora convertido en capilla o algo asi)
Con el winco a todo lo que da mi abuelo me enseñaba a bailar chamamé en el patio
El combinado con radio estaba en lo de mi vieja, pero ahí yo ensaya coreografías de los parchís
Por escuchar Radio Colonia, los turcos Dulce le pintaron con brea la puerta de la pieza a los viejos, y ya nada fue igual en el barrio
Salutec Ale, le sentaron bien las visitas y los guiskis
Alejandro,
Luis es el que hacía esos aviones casi reales, con todas las tuerquitas con sus respectivas sombras, y los cielos con nubes magnificos? Raúl.
Nunca nos dijo que era de las epocas de las galochas. Un beso Josefina.
(por lo que dijo Karla, veo que todas las Jo lo hicimos llorar).
Una vez un ruiseñor,
con las claras de la aurora
quedo preso de una flor
lejos de su ruiseñora
Esperan.......
Juro que me lo se todo, mi vieja me lo ponía todas las tardes por que le gustaba a ella.
Pepe.
ninio,
se perdio la magia.
estamos en la epoca de la imagen y de a poco se va anquilosando la imaginación, (el pensamiento abstracto?). y quien se pasaria hoy en dia una hora al lado de la radio todos los dias...
palm.
con su abuelo mojaban el piso de tierra con la regadera antes?, era de rigor, en piso de baldosa no funcionaba. con respecto a las "marcas" en nuestra epoca había lo que se llamaban comisarios de barrio que informaban, marcaban etc. la revancha en el 55 fue el incendio de algunas casas...el revanchismo de los barbaros, nuestra historia. como decía el cieguito, "Vencen los barbaros, los gauchos vencen..."
raul,
el mismo, el que maneja el aerografo como un stradivarius.
Josefina.
las galochas eran una institucion menos cuando uno pisaba manchas de gasoil o kerosene y salia disparado. vd, me hizo lagrimear por lo insensible para el arte...
pepe,
y yo que dije que no conociamos el cine catastrofe.
saludos
alejandro.
Vi obra de Marzoratti en el salon nacional de pintura y me pareció que era hiperrealista. David.
Mi padres conocieron y ayudaron a Joselito, qaue vivió en la argentina, y una vez vi una peli, parecía un muñequito rasty. Liliana,
david,
un poco lo digo en el post,
los hiperrealistas por lo comun dan efecto de foto,(algunos se inscriben dentro de lo que se llama foto-realismo), otros a la manera de "estes" (richard), alteran espacios en los reflejos etc. lo de luis tiene un fuminado (quizás por el uso de su herramienta en los elementos pero estos se recortan a la manera de un "casi-collage",lo que da un recorte muy especial y caracteristico de su obra, el difuso,la presentacion de los elementos etc, es lo que me da la impresion de una obra metafisica.
liliana.
El estuvo en argentina durante unos dos años en la decada del 80, lo conoci en mar del plata, estaba totalmente en la lona y había hecho unas giras con total fracaso por latinoamerica.cuando vino al pais lo ayudaron los mitre los dueños del diario la nacion,(el decía mis padrinos),le dieron vivienda y le pasaban unos pesos, en un momento le prestaron una casa que tenían en mi ciudad en un barrio residencial.Vivia pobremente, tratando de vender alguna nota (casi imposible)o participar en algún show, y alla lo habiamos bautizado; "prodigio".
gracias
alejandro.
ale: regábamos el apisonado del patio, off course! Si no por la polvareda creían que se venía el próximo malón
A los Dulce no les prendieron fuego la casa, pero les cascotearon la vidriera de la tienda.
Y que quiere que le diga...yo me quedo en revolcándome en el chiquero bárbaro =)
radio-teatro de negros no había?
el moreno de martín fierro.
Maestro, no conocía su blog, sabe que tanto Vd, como Luis son dos de los puntales de mi galeria. Felicitaciones. D.G.
Los Coleccionistas.
www.loscoleccionistas.com.
al-ja,
Que pasaba en esas epocas en el arte argentino? , Vd hacía palotes o pintaba ya?
n.
Ahora me acordé del flaco Luis, estuvimos juntos en unos salones de la Pcia.que creo que los ganó éldonde participaba su otro amigo Tabarez. (Che el ninio este de arriba te está haciendo un jovato, lo vuamo a reventa).
Saludos desde Cordoba.
Raúl
palm.
me olvide en la regadera era 85% de agua y 15%de creolina (como decian las viejas.
y si,juguemos una ficha al malon.
n.l.
no,eran radioteatros con negros que eran los personajes comicos.el único negro heroe de la epoca en nuestro cine fue Hugo del carril en "el negro que tenía el alma blanca",también con papel corto los que representaban a cabral, (que era del regimiento de mulatos), y un negrito que era de la pandilla marilyn (un antecedente de cirilo gil), tambien de la radio-cine y teatro de la epoca.
d.g
no se si es un chiste,pero si somos puntales esperamos mejores estipendios.
ninio
los palotes no me salian ni calcandolos. y en argenta en esa epoca era la gloria de los informalistas, no figurativos y abstractos.
raul,
ya lo voy a reventar yo personalmente.
gracias.
alejandro
Alejandro,
comentando con mi vieja me contó de los cines de la galería bristol, y de la vaquita de nestle que se movía,donde iban a tomar chocolatadas.Ah y de los helados de Mickey en la Rambla. saludos.
Liliana
Escuche hace muchos años en una entrevista a Leonardo Favio y hablaba en forma muy parecida a la tuya sobre el radioteatro. Contaba como lo había marcado para su carrera artística y creo que decía que su madre había trabajado en radio. Un gran saludo y gracias por los recuerdos.
Lydia Bagnatto.
Liliana,
si enb el primer piso de la galería bristol, había tres cines de esos "de verano", pero tambien había uno mas en la calle san martin que no era peatonal, sobre el local de la antigua harrods,. y en la esquina de san martin y la costa estaba nestle que hacían unos extraños refrescos a base de leche condensada, chocolate y soda, (mas americana la cosa que suiza), y ahi en una vidriera la vaquita que se movia y bailaba, (era como una vaquillona embalsamada), pasabamos horas viendola, saludos, gracias por pasar nuevamente.
L:B:
si favio siempre reivindico su pasado de oyente de radioteatros, y ahora creo que en aniceto la opera lo toma nuevamente.
saludos
alejandro,
che viejo "paisito", está registrado por nosotros los yoruguas. walter.
Naftalina,arsénico y encaje antiguo? (=(Y)
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