Volví hoy, después de unos días al feca mañanero. Pero sólo hasta la puerta.
Sin ánimo, en el medio velé a mi hermana en el paisito y ví en horas, pocas a la tierra tragarse el jonca.
Vi a mi vieja, loca-incontinente llorar por el turno no respetado y la escuché putearme por junarla así. Ví y oí al "Turco grande" que me acariciaba el alma dándome su reloj y todo su tiempo y a Vivi recordando las épocas en que la muerte era para los otros...
A. que me acompañaba, me hablaba y me arrastraba a tomar los cafés espesos, como deben ser.
Y el viento, el viento... En las calles, en la cochería y en ese cementerio tan campo. El cielo de frio con sol sin calor, los perros, los de la pala y después la mueca desdentada de mi vieja que me putea por entrar a la fuerza en su casa cartonera y no seguir queriéndola por teléfono.
Eramos sólo quince quietos, mas diez perros oliendo todo y los que cavan, mas el frio y el viento,el viento, pero todo eso era mejor que la sala con el cajón abierto, con la muerta amarilla y las tres únicas pobres palmas.
Se rompió el "casalito", ahora soy hijo único, huerfano de padre y con madre loca- incotinente...
No se terminaban mas los quinientos quilometros de la vuelta para llegar a la cama, y dejar todo atrás y adentro.
Dejé a A. en la puerta de su casa, volvi hijo único a la mía y al volver al otro día al café incendiado, miré desde la puerta la sordidez del lugar, los tres Foetras que planillaban y me fui al café cajetilla de la Avenida a tomar un café desabrido y caro...ya no estaba Ana.
alejandro
Sin ánimo, en el medio velé a mi hermana en el paisito y ví en horas, pocas a la tierra tragarse el jonca.
Vi a mi vieja, loca-incontinente llorar por el turno no respetado y la escuché putearme por junarla así. Ví y oí al "Turco grande" que me acariciaba el alma dándome su reloj y todo su tiempo y a Vivi recordando las épocas en que la muerte era para los otros...
A. que me acompañaba, me hablaba y me arrastraba a tomar los cafés espesos, como deben ser.
Y el viento, el viento... En las calles, en la cochería y en ese cementerio tan campo. El cielo de frio con sol sin calor, los perros, los de la pala y después la mueca desdentada de mi vieja que me putea por entrar a la fuerza en su casa cartonera y no seguir queriéndola por teléfono.
Eramos sólo quince quietos, mas diez perros oliendo todo y los que cavan, mas el frio y el viento,el viento, pero todo eso era mejor que la sala con el cajón abierto, con la muerta amarilla y las tres únicas pobres palmas.
Se rompió el "casalito", ahora soy hijo único, huerfano de padre y con madre loca- incotinente...
No se terminaban mas los quinientos quilometros de la vuelta para llegar a la cama, y dejar todo atrás y adentro.
Dejé a A. en la puerta de su casa, volvi hijo único a la mía y al volver al otro día al café incendiado, miré desde la puerta la sordidez del lugar, los tres Foetras que planillaban y me fui al café cajetilla de la Avenida a tomar un café desabrido y caro...ya no estaba Ana.
alejandro
Etiquetas: sin Ana.
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