TESTIMONIAL
GRACIELA, GUILLERMO, "LA PINTURA"
Era el primer día de este año. Me desesperaba no tener los diarios (aunque no los leyera). Ante la reacción fóbica, que sé que esto me iba a producir, bajé con el libro que estaba tratando de empezar, el de Graciela Speranza, me volvía loco verlo desde hacía días arriba del escritorio y no poder tocarlo. Había leído comentarios y réplicas en algún blog (“dudo de todo”). Se que es una propuesta que obtuvo la beca Guggenheim, así mismo, no me da mucha confianza. Estoy cansado de los libros teóricos sobre arte. En ese campo aparecieron muchas propuestas de gente joven como Julio Sánchez, o Andrea Giunta, o Fabiana Barreda. Mi cabeza que siempre piensa en lo político y lo conspirativo, cree que entre ellos se han repartido artistas, campos teóricos, y hasta ciertas formas del lenguaje, que cada uno tiene su “quintita” y su “clientela”. No leí sus otros libros, salvo notas en revistas. Sé que es “la” especialista en la obra de K, que se lo “robó” a Espartaco, cuando apenas lo había soslayado Glusberg y que lo trató por encima L. Anaya. A mi nunca me interesó leer libros sobre K, siempre traté de ver su obra. Por eso a este libro lo empecé a leer a lo pintor, picoteando, y por donde está mi enigma (K). En el desorden entiendo que se puede leer como trabajo autónomo. En la obra hay mucho texto que no me interesa. Aclaro que no me interesa Duchamp (a esta altura de “mi” partido), como tampoco su influencia (de la que dudo) en los artistas que la Speranza presenta (todo puede ser o no). Particularmente creo que en el tiempo fracasa la teoría de Duchamp y que los objetos mundanos que él coloca en el museo, irradian hoy día el aura que no poseían, y que como dice el español Raúl Díaz, solo bastaría mear en su urinario firmado expuesto en algún museo para comprobarlo. Pero dejemos a Marcel, de quien dije que no me interesa. Retomando, se que un buen teórico, puede hacer una novela con dos datos o con algo que no existe pero que tampoco marcó huellas ni dejo archivos. No creo que Duchamp a su paso por nuestras tierras haya hecho teoría o dejado anécdotas como un Witildo, al que todavía hoy mucha gente recuerda, y que “transmite” sus conversaciones, o cuenta haberle ganado alguna partidita de ajedrez en algún bar de la calle Corrientes. Graciela piensa y escribe muy bien (es lo menos), pero el que me interesa es K. En los grupos que he compartido, o siempre que salió la discusión (ayer mismo en un almuerzo de mierda), lo defiendo ante aprendices de hechicero a los que se les nota demasiado la envidia del triunfo y no de la obra. Creo que es un gran artista, una especie de director teatral, de puestista, un regisseur, alguien que organizó sus “preguntas” que eran más para un analista, que para un planteo plástico y las armó como una puesta de escena, sin importarle lo elemental de su visualidad y presentando esas preguntas en espacios a la manera de escenarios abocetados para que los actores-sentimientos-culpas, se movieran luego en esas “sus” puestas pintadas. Decir si se moverán o no dentro de sus esquemas es pedirle demasiado a algo tan simple como la pintura. La Speranza no entiende que la pintura además de su planteo esteticista, ya que tiene sus reglas archiconocidas es algo verificable (por eso será que no se maneja con pintores-pintores, y apela al gastado tema de Duchamps y la ruptura, porque si ella tuviera que hablar de pintura debería hablar de algo que además puede conmover -y no solamente por el tema del aura, en el que tampoco creo- sino que puede desestabilizar, emocionar o provocar un sinfín de sensaciones (parecidas a las que un autista puede llegar a sentir ante ciertas notas o melodías) o no, pero que no da para escribir un volumen de filosofía, o de estética. Y ahí está el núcleo del problema (del mío), ni Graciela ni Guillermo pintan, y ella es la que menos se dio cuenta de la situación, en todo momento quiere hablar de eso en sus planteos pro-beca-a como sea. Si estas en esto, no te importa la “cocina” de la obra, la conoces o la reconoces con sólo mirarla, salvo que quieras repetirla para una vez planteada y plantada hacer tu aporte, pero K no es Bacon ni Picasso. Alguna vez estuve en la docencia no en la enseñanza, muchas veces ante el vacío o la falta de imaginación de los alumnos-aprendices les hice buscar imágenes de pintores con las que se les produjera cierta empatía, se las hice proyectar, copiar, buscar los pasos, los trazos, las reglas los ritmos y recomponerlos, pero siempre como fin para buscar el hecho plástico siguiente. K se parece en mucho de su imagen pictórica a algunos tanos, a Clemente, a Cucchi, a Chia, pinta casi tan mal como ellos pero no hace lo mismo. Trabajé muchos años (más de 15) junto a Iturria en la misma galería, y él comenzó su período “símil K”, copiando sus camitas, sus monigotes, pero a fin de los 80 al revés de K, se jugó por la pintura. En un momento fines de los 80, yo admirador fiel de uno de los más grandes pintores contemporáneos, David Hockney, conseguí un libraco sobre su vasta obra escenográfica, y allí encontré al primer K, mas toda la transvanguardia, mas Monzo, mas Rearte, etc. Se lo pasé a Iturria y nunca más lo vi (al libro). La primera obra de comienzos de los 80 de K, traduce sus cuatro a cinco preguntas, a esa visualidad deliberadamente corroída de sus imágenes-íconos: las camitas. las mujeres de espaldas, el cochecito, la escalera, puñalcitos, etc. (muy similar con los cuadernos de apuntes de Fridda), con ellas arma sus puestas en escena y entonces no importa lo limitado de su lenguaje pictórico sino el elemento conceptual que va venciendo de a poco a la “pintura”, entonces, uno, el espectador, no se maneja con esos elementos de la materia, ni con el espacio plástico tradicional, de a poco trata de adivinar el porqué de la alteración de nombres en los planos, el porqué los colchones, porqué tan judío perseguido siendo de acá, porqué, porqué... Sigo con los problemas que se me presentan, pero son mis confusiones, y es porque quiero hablar siempre de pintura y no de arte (será por eso que no me convence Graciela). Conocí a K, a principio de los años 80, con mi grupo, hacíamos jornadas de arte contemporáneo en mardel, él recién llegado de Italia, integraba un grupo llamado “La Anavanguardia” (una copia -en el buen sentido- de la Transvanguardia italiana que presentara en la Bienal de Venecia el crítico Bonito Oliva), y que acá, maliciosamente, llamaran la “Bienal Rosa Bombón”. Los presentaba un muy buen crítico que fue el que rescató a K en Italia, Charlie Espartaco, que en joda llamaba al grupo “La Juanavanguardia”. En ese grupo había algún buen pintor, me acuerdo de Pablo Bobbio y de Rearte, pero dos eran ya deslumbrantes, Prior y K. Prior sigo hoy en día creyendo que es el mejor de esa generación, en tanto que K, era distinto a todo lo visto acá, desarmado, infantil, paleta baja y sucia, pero con un ángel, y una suficiencia que el resto no tenía. Y, entonces, sigo con Speranza que con sus planteos me confunde más, no creo en una línea Duchamp-K, no lo creo surrealista, se que lo que más lo aleja es esa actitud corrosiva hacia la representación, quizás el planteo onírico tenga que ver con su pobre representación a lo Chiricco (aunque verdaderamente la imagen tenga mas que ver con las fantasías del hermano menos conocido de Chiricco que pintaba con el nombre de Alberto Sabinio). A mí, particularmente, no me interesa la falta del aura, tampoco que la imagen sea trabajada con proyector y especule con su proyección sobre los planos impresos, o que calque, ni que trabaje sobre las telas impresas o que los ayudantes pinten los nombres que él les marca sobre los planos. Duchamp en la realización de sus últimas obras, es de un grado de realismo en la factura que hace a sus trabajos una representación rayana con el hiper-realismo, (cosa que no había hecho en su pintura de su periodo cubista, torpe sucia y pintada a la ligera), en tanto que Guillermo, toda su obra pictórica tiene una marca reconocible, desecha lo manual (casi la idea de Warholl). Su obra conceptual, los colchones, los planos, etc., es lo que menos me interesa, creo que todos los museos del mundo están llenos de obras similares de distintos artistas y que las podrían haber firmado cualquiera de ellos sin plagiarse, como si fuera un espíritu colectivo de una época despersonalizada. Tenemos acá artistas desconocidos para el gran público como Romberg, que casi llegó a formar parte de el grupo de los 13 y que hizo una obra en New York e Israel, mucho más influido por Duchamp. Un ejemplo, su homenaje al museo-valija, que se llamó la “valija transparente” ( que era también un homenaje al gran vidrio). Acá en Argentina se vio en la Fundación San Telmo, ésta era una obra de muy clara lectura y de una factura alucinante. Si vamos a hablar de crítica de arte, me interesa mucho más un Robert Hughes, que sabe de que habla, cuando se refiere a lo moderno y a lo contemporáneo en el arte que vemos actualmente en los museos de cualquier parte del mundo y de cómo se fabrica obra para los museos de Europa o de la Antártida si los hubiera. Con este arte, las vanguardias han reforzado el elitismo en el arte, y a lugares como el Malba solo se acercan un circulo de iniciados que gozan como estetas del kitsch que les ofrece el museo y que son vistos con envidia por quienes desean obtener bienes culturales extras. Se que me fui por las ramas, que como la Speranza, tengo mi propio K (al que yo no conozco personalmente) pero del que admiro cierta obra. Espero leer con detenimiento, la parte del libro referida a Borges y a Puig, tampoco me interesa ni me interesó nunca Cortázar (pero lo reconozco como un problema personal que se me acentuó con los años). Siempre aclaré que lo literario lo comentaba como simple degustador, con sensaciones a nivel más estomacal que cerebral, por eso elijo Centeya o Murena, o César Tiempo, o Artl. Lo mismo me pasa con la pintura, pero ésta es de un campo más limitado en el entendimiento...
Esto es un simple boceto de post que tendré que seguir rumiando...
Alejandro