TESTIMONIAL
DE CUANDO LA FORMA PARECIA MAS IMPORTANTE QUE EL CONTENIDO. FRAGMENTOS. MODERNIDAD Y EL TIEMPO QUE SE VA EN ESPACIOS NO RESUELTOS.
“El espacio se deshace como la arena que se desliza entre los dedos. El tiempo se lo lleva y solo me deja unos cuantos pedazos informes.”
Especies de Espacios. Piezas de Georges Perec. (l/l) del Fragmento número uno.
“El espacio se deshace como la arena que se desliza entre los dedos. El tiempo se lo lleva y solo me deja unos cuantos pedazos informes.”
Especies de Espacios. Piezas de Georges Perec. (l/l) del Fragmento número uno.
Fin de semana de feriado. Estoy terminando un trabajo, un mural, pero en piezas, son nueve piezas de 60 x 80. Me produce distintas ideas, la principal es que es un trabajo con “base ideológica” (solo en la forma) en algunos que se hacían -y me gusta mucho la idea- durante los '60 y los '70. De los más recordables, aquel de Jorge de la Vega, (cuyas reproducciones se vendieron hasta como un puzzle de arte en una caja con un gran packanging que comercializó entre otros Romero Brest en su negocio de la Galería del Este: “Caja para Armar”), tamaño chico de un mural que representaba a algunos personajes en onda pop, en blanco y negro, que había mostrado en el Instituto y similar a las vidrieras que había pintado en el “Barbaro” (en el viejo de la calle San Martín, no las nuevas que pintó Noé en el de Tres Sargentos). Hubo muestras con murales durante los primeros setenta en la Art Gallery de la calle Florida y en otras galerías, hechos por artistas como Testa, Seguí, Dermijian, Silva, etc., que llenaban paredes con cuadritos de 25 x 25, formando una unidad pero que también se podían exponer en forma individual, fueron toda una innovación en esos años en que se pasaba de la declaración de la muerte de la pintura a estas formas de acercar a una sociedad en la que una clase nueva emergente -desprendimiento de la clásica clase media argentina- formada por los ejecutivos jóvenes, los profesionales exitosos y cierta burguesía industrial, fogoneada como debía ser por ese peronismo de mediados de los setenta tan influenciado económicamente por Gelbard o Brodner.
En esos años también en la literatura distintos escritores seguían un camino preanunciado por el de Rayuela, pero basados más en combinatorias no ajenas a búsquedas mágicas como el I-Ching, entre ellos las de Italo Calvino en sus “ciudades invisibles”, con elecciones a la manera de un tarot. O los escritos de Perec en sus “Especies de Espacios”, donde nos dice como articular los fragmentos y colocar en relación varios tipos de ellos usando las dos descripciones, la abstracta y la concreta, nociones de las que también se nutre la arquitectura y la urbanística de esos años.
Parece extraño pensar que lo que llamamos ahora arte contemporáneo tiene ya más de 40 años, como dice Félix De Azúa que sitúa su nacimiento aproximadamente en los años '60, su momento clásico en los años setenta y su decadencia (o manierismo) a fines de los '80. En ese momento clásico de los setenta aparecían en los medios gráficos, en revistas especializadas en la ambientación, toda una línea de diseño y decoración donde el cuadro volvía con toda una fuerza decorativa como no había tenido en los últimos años, pasando a ser el centro, y definir el resto de los colores, composiciones, etc. La revista que inició todo esto como en su momento “Primera Plana”, en la literatura y costumbres de los argentinos, fue Claudia, que llego a tener un suplemento que luego se separó con vida propia: ”Claudia Casa”, dirigida por Franca, la actual esposa de Guillermo Roux, (concebida a la manera de las revistas italianas de arquitectura y ambientaciones de los sesenta como Abitare o Arredamento); en CC, los pintores de la época trataban de mostrar su obra pero no en abstracto sino en un living, en un comedor o en un dormitorio. Y mientras los reportajes de la intelectualidad continuaban discutiendo si la pintura había muerto o no, si había sido solo una frase triste de Noé a Primera Plana o si detrás de todo estaba Romero y sus ideas de ese momento de arte aplicado al diseño después del cierre del Instituto o si eran las discusiones de los estudios Heideggerianos sobre el final de la Historia (todavía no se avisoraba en el horizonte a Fukuyama).
Las muestras de esos elementos, murales, dípticos, etc., permitían acercarse a artistas muy jóvenes que venían del pop de los sesenta pero que integraban los espacios baconianos de la “nueva figuración”, con más dibujo, a veces demasiado historietoso, con un reinado del acrílico sobre el óleo y mucho color. El comprador encontraba pintores con gran tendencia a la decoración -en el buen sentido- coloridos estallantes que los diferenciaban de las paletas bajas y “tristes” de la obra clásica y que además se le ofrecían con posibilidad de inversión (toda una onda mundial), las revistas de economía -escasas acá todavía- fogoneaban esa idea. Mercado o cualquiera de ellas ya tenían sección de plástica y de mercado de arte. El futuro inversor que no podía oblar el valor de una gran obra (por el tamaño digo) y que se resistía a las reproducciones compraba esos pequeños cuadros, donde por lo común el nombre del autor era mas significativo que la imagen y que se firmaban a medida que se vendían (como obra mural en exposición solo llevaban solo una). Muchas de esas piezas no tenían gran valor plástico individual, solo “funcionaban” como “enganche” de las más importantes que eran las primeras en venderse. Todo esto demuestra además que muchas veces en el llamado ”Arte con mayúscula”, intervienen elementos totalmente extraños a la facultad del artista para crear en la soledad del taller obras totalmente desprendidas de modas, tendencias o inclinaciones de un momento social.
Marx nos enseñó alguna vez sobre una historia del arte como educación de los sentidos viendo el poder de esta historia y advirtiendo sobre su seducción y sobre su mal uso y especulando sobre su forma de poder. Se juntaban también en esos setenta tendencias decorativas-artísticas muy de moda internacionalmente, como el boom del arte naif o ingenuo que pululaba por todas las revistas, tanto en las publicidades como hasta en la moda con líneas como Sara Kay, pero hubo algo que fue una revolución: el poster: cinematográfico, político, de comics o erótico y que acostumbró a sus poseedores (los más jóvenes) a una nueva estética en decoración que también llevaba nuevamente al cuadro.
En los '80 las revistas de arquitectura y decoración que saturaban nuestro país -ya en onda americana-miami-stile- saturaban con los distintos formatos de cuadros y posibilidades, que aunque habían transitado por la toda la historia del arte desde la aparición del cuadro ventana en el Renacimiento, aparecían ahora repetidamente hasta como marca de ciertos arquitectos o decoradores en sus diseños. Eso hizo llegar a que hoy en día a los pintores nos interese más mostrar la obra en una revista como D&D, que en Arte al Día, la primera una revista de la alta decoración argentina, que muestra que un inversor compró tu obra, la colocó junto a otras exclusivas y hasta pagó a un arquitecto para que le estudiara preponderancia, iluminación, etc. En tanto la otra (especializada) se transformó en una revista de “gremio”, donde pagás tu espacio o lo paga tu galería o representante, para que lo lean tus colegas.
Uno de los pintores más importantes de los '80, del grupo de la Transvanguardia, Francesco Clemente, que junto a Chia y Cucchi, formaron el “grupo de las tres C” (grupo que ”infectó” todos los museos del mundo como dice Robert Hugges) dice que el acto crítico de la modernidad no es el escrito del teórico de arte sobre tu obra sino el del coleccionista que saca la chequera del bolsillo y te la compra... y juro que de eso saben estos chicos que aparecieron a fines de los setenta en esa bienal que a nosotros nos “produjo” pintores como Kuitca, Monzo, Rearte, Prior etc. Capaz que esto fue demasiado para comentar sobre una forma mas que sobre un contenido. Sé por otro lado que me pueden decir que tanto el arte concreto, como otros estilos usaron los módulos, las series, los dípticos, trípticos, etc., pero no en el sentido tan banal-decorativo, (como características de esta época) sino en un sentido más racional o con métodos eurísticos (productos de un resultado de otras formas). A partir de los '80 el concepto de fragmento no sólo se revisa, sino que pasa a acompañar a todas las formas de lo contemporáneo en las distintas teorías: trans-vanguardia, deconstrucción, etc., teorías que aplican la valoración del fragmento potenciando simbólicamente las partes para comunicar la noción de totalidad. La fragmentación es ahora una característica de la modernidad. Algunos autores identifican a la modernidad, como una pluralización, como un “bricollage” dando a entender la posibilidad entre los elementos aislados de la visión del mundo moderno. La unión de estos permitiría la relación entre fragmentos y totalidades con un contenido esencialmente simbólico. Pero dejemos ahora esto que se hizo plomo por lo largo, solo sé que estoy tratando de terminar ese cuadro y saludos al que lo lea...
Alejandro
Alejandro