24 julio 2007
20 julio 2007
TESTIMONIAL
ESPERANDO A GODOT
ESPERANDO A GODOT
Didí: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Gogó: Sí, vámonos.
(No se mueven.)
(Final de Esperando a Godot)
Gogó: Sí, vámonos.
(No se mueven.)
(Final de Esperando a Godot)
…Un final que nos dice que todo va a seguir igual, el famoso “que todo cambie, para que todo siga igual" -aceptando resignadamente que nada va cambiar, solo nosotros, solos en el escenario vacío y más viejos-, esto lo dice el príncipe de Lampedusa en el Gatopardo. A mí personalmente me gusta más el: “jodido pero acostumbrau” del Mendieta a Inodoro Pereyra, “acostumbraus” al no cambio… signos de la época y no solo acá.
Son verdaderamente tiempos raros en este mundo, tiempos donde un ministro de Educación (además de vice-primer ministro de gobierno) se decide a imponer reglas para eliminar algunos de los principales hitos de la cultura del último siglo, argumentando que son incomprensibles para los jóvenes y que no representan tampoco el pensamiento actual: (el pensamiento polaco), se que se asustaron pero no hablaba de nuestro país ahora bajo el influjo del pensamiento hegeliano. Alguna vez se habló (y muchísimo) en la década de los 80 sobre “El fin de la historia” el libro que hizo famoso a Fukuyama, pero la idea era de Heidegger, ahora acá se decreta el fin de Heidegger, por perimido, el mismo que nos había hablado sobre la muerte del arte en un vano esfuerzo de las vanguardias en “disolver el arte en la Vida”, vano esfuerzo condenado al fracaso, ya que lo más aprovechable de esas vanguardias fueron los nuevos puntos de vista para criticar el arte idealista todavía vigente. Y uno cree que ya en estos tiempos y en este mundo donde las culturas individuales por la globalización tienden a formar parte de procesos culturales mas complejos, entrelazadas, peligrosamente uniformes y donde ”la globalización en el arte recupera así la pista de una vieja melodía: “Money, Money, Money”. Hay una pérdida del “cuenta tu aldea”, se piensa un poco menos desde la izquierda o de la derecha, con valores solo establecidos por la calidad intelectual del texto quizás a veces un tanto retórico, hueco por la falta de ideología. El proceso polaco de revolución cultural (¿a la inversa?) es algo que da pavura, es un repliegue y encierro que toda la cultura occidental debería salir a defender a la manera de un Greenpace que defendiera a los artistas que han sido nuestros formadores en los últimos cien años, creadores cumbres de la literatura, de la música, de la pintura -de todo el arte- y que han sido colocados en una “Ley de Ilustración”, una especie de ridículo canon donde se marcan como “falsas figuras de prestigio” a escritores como Conrad o como Kafka, Goethe, Dostoievski o como nuestro conocido Gombrowicz, de quien Piglia se jactaba en decir que es el más argentino de nuestros escritores, pero que ahora en su Polonia natal es condenado y prohibido por su doble crimen de derrotista y homosexual. Pensadores con su producto: los libros un bien a punto de perderse, por la defensa de una identidad y de un nacionalismo, o provincialismo cultural vacío.
Estos dos payasos gemelos que a la manera de Didi y Gogo de la obra de Beckett se sientan a esperar a que les llegue el juicio de la historia por anacrónicos. Por suerte, acá, nuestro “kapo” director de cultura de la nación, sigue solo controlando las muestras de su esposa psico-artista, “que ya no sabe donde poner toda la obra que tiene en casa”, y van más de dos años que no se sabe nada de su gestión, salvo en algún coctel muy privado o alguna exposición paquetísima donde no debe poner sobre la mesa sus convicciones perdidas de la época de “Punto de vista” junto a la Sarlo, o Aricó, etc.
¡Qué tiempos aquellos!.. Creo por desgracia, que no pasan ahora por acá buenos tiempos para la cultura, ¿Pero cuándo los fueron? A las anomias en determinar planes debido a la finalización de los tiempos de gobierno en la ciudad y en el país, se juntó este año un mediocre programa privado, solo pobremente iluminado -y no por la falta de energía- por las muestras “cool”, del depreciado Malba. Los chimenteros hablan ya de su venta, como de la venta como “empresa de promoción cultural” de Arte-Ba, ambas a grupos brasileros, y la compra por Arte-Ba de Expoferia. Estos grupos de origen paulista comenzaron su entrada en nuestro medio con la fundación que maneja la Sra. Reynolds, (de origen argentino). Quizás el dinero de la burocracia empresarial brasuca y la calidad de los artistas argentinos, sea una buena fórmula para introducirlos en el mercado de arte internacional, (dicen que tenemos los mejores artistas e intelectuales de la zona sur, será posiblemente por el complemento calor-frío, ya que también dicen que en las zonas de calor tórrido y uniforme como el que ellos soportan solo da para el gozo y los placeres no espirituales) así que si a los burócratas les interesa y si intervienen luego (¿o ya lo están haciendo?) se pueda iniciar el despegue de nuestro inexistente mercado de arte y puede que además también quieran intervenir en el gerenciamiento de nuestros museos o formar parte de las juntas directivas de los mismos y entonces las alicaídas instituciones podrán tener desde alarmas para prevenir robos, hasta bibliografía, salas especiales de restauración, espertizajes reales, iluminaciones acordes, salas climatizadas, etc., etc. Cualquiera que mire a los museos internacionales se dará cuenta de la importancia que un grupo X puede llegar a tener, proponiendo sus curadores, sus críticos y sus expertos en seleccionar pintores o promover grupos o tendencias que se quieran colocar luego a nivel internacional, (y de los que ese grupo X ya posee una importante colección, casos latinoamericanos como Cisneros, o Gaviria o ahora Slim con su colección Rodín).
Pero todo esto es una fantasía de mi mente afiebrada y en cambio nuestra realidad es “tan poco real” como la vida real en Second-life. Por otro lado el alicaído mercado local con sus subastas de precios ridículos y galerías que no reconocen la originalidad de las obras que hace algunos años vendieron con su garantía y certificación, como el reciente caso de Xul Solar…Tantos son los elementos extra artísticos que definen un mercado, que hacen que solo el observador más desprevenido pueda llegar a creer que lo que se le cuelga ante él o ese bulto que puede llegar a recorrer en toda su tridimensión o esa instalación que no entiende sean el producto de una afiatada selección. No, hay todo un sinnúmero de compromisos, imposiciones, arreglos, (cambios de figuritas, diríamos en el rioba). Eso es así en todo el mundo, y en nuestro medio se da todo igual pero a pequeña escala, a la manera de los brazos de un pantógrafo que reproduce al milímetro desde una minúscula escala hasta llegar a gigantismos, nosotros somos lo micro. Un ejemplo de la transformación de los principales museos en entidades comerciales lo explica en un reportaje reciente Lisa Dennison, actual directora del Museo Guggenheim de Nueva York, entrevista de hace cuatro o cinco meses titulada "Los museos se están convirtiendo en simples negocios” (esto dicho por alguien que maneja uno de los principales museos del mundo, nos pone a la defensiva, su museo, con colecciones tan importantes como son las de Peggy, Solomon, Panza di Biumo, o la colección Maplethorpe). Pensemos que estos museos en temporada común y sin grandes muestras están cobrando una entrada entre 25 y 35 dólares. Que para atraer grandes multitudes han creado exposiciones catalogadas como “Blockbusters” como fue “El arte de la moto”, auspiciada por BMW, o la esponsoreada por Armani sobre su colección, en la que el diseñador “donó” 15 millones de dólares a la fundación del museo. A la pregunta a Lisa Denison si cada vez es más difícil trazar la línea -delgadísima- entre cultura y promoción comercial, que además promocionan a “creadores” que se han plegado a estos sistemas de producción “artística”. Hace poco tiempo acusaba nuestro conocido filósofo Jean Baudrillard, al tendido artístico de duplicidad, nulidad, insignificancia y superficialidad (a la que añade una pregunta muy clara dentro de su discurso ochentoso) , “¿Cómo puede una maquinaria de este tipo seguir funcionando en medio de la desilusión crítica y en pleno frenesí comercial?” Lisa sigue diciendo que la propuesta de los museos hoy en día es pensar como empresas, que las instituciones museísticas son muy caras, que el mantenimiento y la programación también, que el gobierno no financia el arte en su país y que lo fundamental es cuidar a los socios fundadores, los mecenas, los amigos del museo, que son los que recaudan dinero para el centro, (si lo pusiéramos en la boca de cualquiera de nuestros directores sería igual pero mas triste en la recaudación), pero esto lo dice una directora con 27 años de trabajo en ese campo y en un medio donde es fácil recaudar gracias a las desgravaciones impositivas o hereditarias o a las posibilidades de pago de impuestos o hipotecas vencidas con obras de valor. Justo hoy en el diario aparece una nota sobre uno de los accionistas en nuestro país de Autopistas del Sol, que pagó al estado español sus deudas con un Picasso de un valor aproximado a los 5 millones de euros, con un sistema de dación donde además queda como benefactor, esta compañía ya lo había hecho hace unos años con un Tapies.
¿Pero qué pasa en nuestro chiquitaje? Acá por el tamaño del mercado es donde mejor se ven los manejos de esos elementos. En un medio como el porteño repleto de galerías privadas, (igual en un solo barrio como Chelsea en EEUU, tiene en este momento 3oo salas de exposición), además de las salas privadas las salas pertenecientes a la ciudad o a la nación, los centros de arte comunitarios y como si fuera poco las exposiciones en los hoteles o en restaurantes (desde los más exclusivos hasta los comederos mas infames), donde vemos las paredes llenas de cuadros como si fuera el elemento decorativo mas barato y a mano, para dar colorido, felicidad y predisponer a una digestión feliz. En el caso de los centros de exposición comunitarios o salas dependientes de algunos de los estados, nacional o municipal, la subsistencia embozada por arreglos con galerías privadas que a la vez presentan simultáneamente muestras del artista en el ámbito privado -netamente comercial- y harán aparecer libros y catálogos especiales donde estará reproducido lo expuesto en ambos lugares, pero con los precios acorde al currículo de la obra (la diferencia pagará los gastos de exposición, y la presentación de obra del artista documentada en la muestra oficial pagada subliminalmente por los propietarios que quieren dar más “chapa” a su obra "cedida para la muestra", que salvaran el grueso de los gastos de la presentación “improductiva”. (Perdón quise decir solo con fines culturales). Las ventas, además fogoneadas por la aparición de algunas obras, estratégicamente colocadas en algunos remates locales y que seguro alcanzarán precios interesantes para inducir a la inversión. Todo esto irá armando también un perfil de las posibilidades de ese artista para encarar algún compromiso en el exterior. Después de detallar las posibilidades en el mercado comercial local, si me preguntan si existe el mecenazgo en nuestro medio puedo decir fehacientemente que no. En Sudamérica además convivimos con tres países vecinos que si, han sabido “aprovechar” su cultura: Brasil, Chile y Uruguay. Uruguay por la “explotación” de su Constructivismo, del que siempre aparece alguna pieza nueva y con una valoración internacional real. Chile con grandes pintores de cotización internacional y con muestras de artistas de todo el mundo, pero con leyes de protección a sus propios creadores. Y Brasil que con solo un puñado de artistas plásticos de peso, pero teniendo un coleccionismo real que le hizo formar grandes colecciones a nivel mundial de obras hito en la cultura, como Velázquez o Zurbarán. Acá en los últimos años solo vivimos alguna pobre comedia como la transferencia al museo del patrimonio Bemberg, o el caso del mural de Siqueiros, la primera con un triste final, la segunda en trámite perpetuo. Con el tiempo alguna buena administración cultural, tendrá que empezar por poner en condiciones los patrimonios. ¿Cómo hacerlo?, antes que nada saber que es lo real, lo que hay, restaurarlo, historiar y clasificarlo seriamente por un ente que unifique ese patrimonio. Enseñar con programas de educación sólidos sobre nuestra historia del arte totalmente desconocida y no solo para el común de la gente. Bueno son todos sueños que a medida que pasan los años uno ve bastante difíciles de concretar, quizás vengan por la ayuda de lo privado, pero sería bueno que también el estado no imponiendo modas o estilos a la manera del realismo soviético, sino legislando leyes mas sabias sobre propiedad intelectual, mecenazgo, transporte mas fácil de obras al exterior, allanando los trámites y papeleos burocráticos, que son dificilísimos para el artista común.
Pero por ahora seguiremos esperando en el escenario pelado, bajo el árbol, único detalle de la escenografía, la llegada del inexistente Godot, mientras el irascible Robert Hughes opine que algo está muy podrido si los coleccionistas llegan a gastar 72 millones de euros en un Picasso, agregando "actos así, no honran el arte, lo envilecen porque vuelven patológico el deseo del arte” …pero por favor tiren alguna ”moneda” para el sur…
Alejandro
Alejandro
10 julio 2007
TESTIMONIAL
RECUERDOS DEL PAISITO
Contaba en el último post, que había ido a la inauguración de una muestra de arte después de mucho tiempo, casi cuatro años y decía “que estaba infectada de marplas”, claro, era la muestra de otro nativo del paisito. También relataba que había venido el (ex) flaco Marzoratti. Luis es un tipo con el que recorrimos los últimos treinta años de la dura-plástica argentina y de otros lugares menos duros, aún haciendo cosas diferentes, en espacios propios, exponiendo en nuestro grupo, en muestras individuales y teniéndonos siempre el respeto de los que se manejan en su oficio desde la profesionalidad. Del grupo con que empezamos hace casi veintipico de años en los lejanos 80, él, Mariel (su mujer) y yo, creo que somos los únicos supervivientes del “obstinato rigore” continuo y buscón. El “cofla” tiene una extraña calidad, su pintura de un realismo duro, roza en lo metafísico, aunque algunos lo tilden de hiperrealismo no tiene mucho que ver con ese movimiento, y su imagen recortada a la manera de ciertos posters de los años 40-50 se pliega a la modernidad en los espacios, en los textos o en los elementos icónicos que las sobrevuelan, flores de ceibo, etc., lo que identificó su imagen de inmediato en el mercado americano, además de por su técnica impecable. Estoy contando la obra, cosa que no quiero hacer, pero además es de los pocos tipos buenos entre tanto amigo reo. En los dos días que pasó, cenamos, tomamos unos vinos, algún güisqui, y cafés a la mañana y las charlas pausadas de esas donde siempre aparece el nombre de algún “ejemplar” del pago y todo se va para el lado de los tomates, quiero decir para el lado de los recuerdos. Hablábamos de un personaje del “paisito” que había sido compañero de colegio en mi primera infancia. "R." no era exactamente un agraciado por Afrodita, pero tenía algo que lo diferenciaba de todos nosotros: la voz, piensen que la mayoría de nosotros, todavía niñitos (terribles huevones de esa época), de pantalones cortos, todavía chillábamos y silbábamos con esos cambios de voz que no terminaban de llegar a demostrar nuestra masculinidad.
Decía hace poco que es muy difícil ahora entender nuestra niñez sin tv, sin computadora, sin cine de catástrofes ni jueguitos electrónicos, etc. En verano solo la playa, dos visitas por temporada a los circos que nos visitaban para aprovechar la temporada, los viejos circos de los leones, los elefantes y los camellos, con domadores de la india con turbante, barba candado y látigo -tan reales como los que veiamos en las películas- y no estos latinos de ahora -casi siempre paraguayos o chilenos- que se ponen nombres exóticos (por lo común americanos siempre precedidos por el título de captain). Los nuestros eran circos donde había animales sucios, maltrechos, sarnosos, mal comidos pero animales al fin, circos que uno recuerda casi mas por los olores que por lo visual, cada vez que se cruza con el aserrín mezclado con querosén (cada vez menos) o con la vieja acaroína, olor solo compartido con el permanganato de los prostíbulos de los que todavía no teníamos idea. Las entradas por lo común eran a cambio de repartir los volantes por los barrios, o de soborno en la parroquia que les alquilaba el terreno, para que asistiéramos a las misas dominicales. Cuando había un mango íbamos a los cines de verano cerca de la costa, los de los dibujos animados y series, salas donde en vez de butacas había mesitas y se comían sandwiches o helados, abrían en diciembre y cerraban en marzo. Pero sin guita, si eras socio, el refugio era el viejo piso de deportes con su pista de hielo, que quedó anclada en la ciudad allá por los años cuarenta, por la quiebra de una compañía llamada Martínez de Hoz, o al costado la gran pista de patinaje sobre ruedas y varios cines donde gratis veíamos dibujos y cortos de propaganda peronista, pero lo mejor del verano era jugar hasta altas horas en las calles, casi la mayoría de tierra todavía. En el invierno escolar (de marzo a diciembre, en esa época) la escuela con el castigo de los deberes que en esa época eran con ilustraciones, a veces venía algún compañero a hacerlos con nosotros y también a “tomar la leche” como se decía en la época, hasta que llegara la madre o algún hermano mayor a buscarlo.
Eran épocas de mañanas con escarcha, de sabañones en las orejas y en los dedos, que solo se curaban con ácido pícrico que nos dejaba de color amarillo-güevo. Era la época del guardapolvo blanco riguroso y de las capas de goma cuando llovía junto a las botas de goma o para el rocío fuerte de la mañana, las galochas de goma sobre los zapatos -un solo par por año- y que había que cuidar y equilibrar el desgaste con el único par de zapatillas para las horas de gimnasia.
Otro entretenimiento durante las frecuentes rabonas al cole pasadas en “El viejo Lombardero” (heladería tradicional en el verano) con panchos y cocas (pagadas con las monedas malhabidas de los vueltos de los mandados), jugando horas al metegol, los viejos (no habían aparecido todavía las maquinitas con fichas), metegoles viejísimos de madera, con los muñequitos tallados y mal pintados que hacían el ruido metálico con la pelotita de madera cuando producíamos el prohibido molinete, había carteles por todos lados junto al prohibido escupir, sobre el uso de los baños solo para la clientela, y el prohibido hacer molinete en el metegol (habían roto con la maniobra vidrios y cerrado algún ojo). Pero esa era la diversión afuera, adentro de nuestras casas solo había un bien preciado que nos hacía junto a la lectura mas llevadera la vida rutinaria, la radio.Y no esas portátiles de ahora, eran las grandes de madera, fijas, eléctricas, casi siempre un mueble mas. Con el ojito verde, que a medida que girabas la perilla de las estaciones se cerraba o se abría dándole expresión del monstruo Polifemo. Casi siempre ubicada en los lugares de reunión, al lado del living si lo había o en la cocina que era el centro donde se vivía, salvo la visita de invitados finolis o alguna fiesta donde reinaba el Ranser en el livin-comedor y para los chicos el Winco en la zapie. Los horarios tempranos de la tarde, durante los días de semana, era de los radioteatros, con las madres, las hermanas y alguna vecina que venia a matear y tejer mientras escuchaban. La hora de la "leche", nuevamente nuestra con alguna serie como Tarzanito. Y después cuando llegaba el viejo a casa del trabajo era “El Glostora tango club”, de radio El Mundo y el gran final con Los Pérez García mientras se comía y a dormir.
Mardel era una ciudad “gorila”, de raigambre socialista, muy antiperonista donde todo el mundo votaba por el viejo PSD, de Palacios y de Ghioldi, tranquila, con intendentes que la recorrían en bici y una de las formas de rechazo al régimen peronista era el escuchar las radios uruguayas. La principal Radio Carve, con sus teleteatros, llenos de argentinos que acá no tenían trabajo por problemas políticos, radioteatros con Alcón y María Rosa Gallo y después a la tardecita Wimpi y su peluquería. Pero había algo que paraba a todos en los momentos posteriores al almuerzo, eran los radioteatros locales, solo había dos emisoras y cada una tenía el suyo, la ciudad se dividía en dos bandos, según lo que escucharas. Uno era el de las viejas novelas refritadas tipo “El León de Francia” o la popular y folclórica “Hormiga Negra", nosotros que cargábamos la cultura de “Montecristo” o de “Los tres mosqueteros” nos sentíamos mas proclives a D´artagnan jugando después con las espadas de madera. La otra era la corriente popular, a veces gauchesca o a veces tanguera, muchas de ellas recreaciones de Juan Carlos Chiappe. Un genio en lo suyo, admirado por Leonardo Favio que las escuchaba en sus tardes de chico en Mendoza y que le filma como homenaje su famoso Nazareno Cruz, que nosotros escuchamos tantas veces por la radio. Sus novelas, como todo el teatro popular tenían personajes fijos como Garabito (una especie de payaso sentimentaloide que era nuestro preferido), los otros personajes casi fijos, hasta con el mismo nombre, pasara la historia aquí, en Italia o en Francia. Las obras eran ya famosas y probadas, dadas hasta el hartazgo en todo el país: “Fachenzo el maldito” o ”El amor de la Cachirla” o “Por las calles de Pompeya yora el tango y la Mireya”, su clásico tanguero, que primero estrenadas en Buenos Aires en radio Excelsior o Argentina, se daban después por las ciudades chicas, y por fin llegaban a Mardel, el primer año en radio y al segundo en los cines, los teatros o los clubes.
Todo esto que conté fue para situar a “R.” mi condiscípulo, el feo de la buena voz porque él era el niño prodigio de la compañía de Juan Carlos Jiménez, la popular. Al quia le hacíamos repetir los textos al otro día en los recreos y que repartiera entradas de regalo en los estrenos. El pobre flaco, alto de casi 1,70, a los diez años (nos llevaba varias cabezas al resto) era el ejemplo del “tarugo”, despeinado, narigón y mocoso, tirando a sucio, pantalones cortos para reafirmar lo de “niño”, los huevos casi se le escapaban por el lompa cuando jugaba al fulbo sin delantal. Claro era época en que estaban de moda los prodigios, casi todos españoles los que veíamos en el cine local, Joselito, aterrando con “una vez un ruiseñor...” o Pablito Calvo con su “Marcelino Pan y vino”, alguna chica como Marisol también gallega pero casi un preaviso de lo pop, acá habíamos tenido a la nuestra: Adrianita, que había pasado a formar parte del folclore peronista en la radio con un ciclo que se llamaba “Un mundo de fantasía” y en el cine con unas películas insufribles por lo lacrimógenas. Ese radioteatro llevado a los barrios, era espectacular en el peor sentido, solo igualable a algunas animaciones de “Todo por dos pesos”, donde lo kitchs, lo melodramático, la incoherencia en los tiempos, en el lenguaje, las situaciones livianamente edípicas, el enamoramiento entre hermanos que no sabían que lo eran y que se descubrían solo en las frases que dejaban pendientes en los distintos capítulos los relatores. Porque lo distintivo de este género era el relator, que era quien situaba, creaba los climas, contaba infidencias de los personajes, nos advertía del traidor, de la mujer pérfida, nos contaba los pasos futuros y las historias pasadas que la novela no había tocado. A veces en el teatro el relator era mas famoso que los artistas, hablaba a la vista, con sus papeles en un atril. Pero lo más interesante, que en toda obra uno de los cuadros cumbres era con música y bailes, sería posiblemente un resabio del viejo circo criollo, sino era durante el gran final, casi siempre con la fiesta de matrimonio de los protagonistas o el bautismo del primer hijo. Las vueltas de tuerca de las representaciones era la inclusión de mascotas, casi siempre perros adiestrados, algún perro de policía que se presentaba como Rin-tin-tin III o VI, según la conveniencia o un collie del cual se decía en el programa de mano que era un hijo de Lassie, (ellos eran los perros estrellas de la época), en los programas de cine siempre se incluía algún episodio de los “legítimos”, ya vendrían con la posmodernidad gatos como Chatran. En los entreactos, mientras cambiaban las escenografías con telón negro, el rope atravesaba aros de fuego, saltaba vallas, subía escaleras, o simplemente desataba espectadores que se prestaban para ser atados a una silla... La competencia hizo que uno de los elencos en una obra campestre, pusieran diez ponnies en escena para cuando llegaba la indiada, convirtiendo el escenario en un verdadero bosteadero, con el problema de la limpieza y el olor en la sala. Todo esto hizo que cuando conocimos las obras de Fellini sobre su infancia, sus amigos, su despertar sexual, no nos asombraran tanto, para nosotros era la vida común, la habíamos vivido así, con esa magia. Todo terminó casi con la década, sincronizadamente. Una tarde a la hora del radioteatro se informó que viniendo de Miramar de actuar había volcado el auto de Juan Carlos Giménez y todos menos la primera estrella, (Marita de la Cruz) habían muerto. Después a los meses y con bastones comenzó el teleteatro de la Marita, pero ya no era lo mismo, la magía se había acabado. La otra compañía, la “culturosa”, la del León de Francia, también terminó abruptamente por un accidente que tuvo el galán. El galán de baires de la radio había sido cantor, se llamaba Raúl Chanel y en el teatro Colón de Mardel se tiraba con una cuerda agarrada al centro del techo desde los palcos altos, (con capa, antifaz y espada en la mano como el zorro) después, por los años lo reemplazó Osvaldo Carmona (otro langa) pero… se cortó la cuerda. Cuando lo cuento parece un chiste, un día hice que lo relatara su hija, Sandra, que era una de las guías del museo Castagnino, tampoco lo creyeron… (manga de incrédulos). Así terminó la carrera del León, que a partir de ese momento fue el “rengo” Carmona, siguió muchos años como relator de otra compañía que armó y finalmente como locutor en las radios de mardel, siempre presentado como Osvaldo “león” Carmona, pero ya eran los primeros sesenta y empezaba a llegar tímidamente la televisión... El flaco R. siguió en la radio, en algún diario, creo que era El Atlántico, vendiendo publicidad, escribiendo algunas notas en revistas de gremios, con Moyano, con Ibáñez o con Saravia de la pesca, los sindicalistas que apoyaron a Menem cuando todavía estaba preso en Tandil y pasaba los fines de semana en el paisito, después el flaco ya de lleno en la mala política, buchón de la cana, se comentaba que también de la Side, tuvo oscuros programas políticos que mejor olvidar...
Nos despedimos con Luis, (ojo que también hablamos de pintura, y de la vida y de otras boludeces no trascendentales), otro día, en otro encuentro con el cofla despellejaremos a otro recuerdo del paisito...
Alejandro
RECUERDOS DEL PAISITO
Contaba en el último post, que había ido a la inauguración de una muestra de arte después de mucho tiempo, casi cuatro años y decía “que estaba infectada de marplas”, claro, era la muestra de otro nativo del paisito. También relataba que había venido el (ex) flaco Marzoratti. Luis es un tipo con el que recorrimos los últimos treinta años de la dura-plástica argentina y de otros lugares menos duros, aún haciendo cosas diferentes, en espacios propios, exponiendo en nuestro grupo, en muestras individuales y teniéndonos siempre el respeto de los que se manejan en su oficio desde la profesionalidad. Del grupo con que empezamos hace casi veintipico de años en los lejanos 80, él, Mariel (su mujer) y yo, creo que somos los únicos supervivientes del “obstinato rigore” continuo y buscón. El “cofla” tiene una extraña calidad, su pintura de un realismo duro, roza en lo metafísico, aunque algunos lo tilden de hiperrealismo no tiene mucho que ver con ese movimiento, y su imagen recortada a la manera de ciertos posters de los años 40-50 se pliega a la modernidad en los espacios, en los textos o en los elementos icónicos que las sobrevuelan, flores de ceibo, etc., lo que identificó su imagen de inmediato en el mercado americano, además de por su técnica impecable. Estoy contando la obra, cosa que no quiero hacer, pero además es de los pocos tipos buenos entre tanto amigo reo. En los dos días que pasó, cenamos, tomamos unos vinos, algún güisqui, y cafés a la mañana y las charlas pausadas de esas donde siempre aparece el nombre de algún “ejemplar” del pago y todo se va para el lado de los tomates, quiero decir para el lado de los recuerdos. Hablábamos de un personaje del “paisito” que había sido compañero de colegio en mi primera infancia. "R." no era exactamente un agraciado por Afrodita, pero tenía algo que lo diferenciaba de todos nosotros: la voz, piensen que la mayoría de nosotros, todavía niñitos (terribles huevones de esa época), de pantalones cortos, todavía chillábamos y silbábamos con esos cambios de voz que no terminaban de llegar a demostrar nuestra masculinidad.
Decía hace poco que es muy difícil ahora entender nuestra niñez sin tv, sin computadora, sin cine de catástrofes ni jueguitos electrónicos, etc. En verano solo la playa, dos visitas por temporada a los circos que nos visitaban para aprovechar la temporada, los viejos circos de los leones, los elefantes y los camellos, con domadores de la india con turbante, barba candado y látigo -tan reales como los que veiamos en las películas- y no estos latinos de ahora -casi siempre paraguayos o chilenos- que se ponen nombres exóticos (por lo común americanos siempre precedidos por el título de captain). Los nuestros eran circos donde había animales sucios, maltrechos, sarnosos, mal comidos pero animales al fin, circos que uno recuerda casi mas por los olores que por lo visual, cada vez que se cruza con el aserrín mezclado con querosén (cada vez menos) o con la vieja acaroína, olor solo compartido con el permanganato de los prostíbulos de los que todavía no teníamos idea. Las entradas por lo común eran a cambio de repartir los volantes por los barrios, o de soborno en la parroquia que les alquilaba el terreno, para que asistiéramos a las misas dominicales. Cuando había un mango íbamos a los cines de verano cerca de la costa, los de los dibujos animados y series, salas donde en vez de butacas había mesitas y se comían sandwiches o helados, abrían en diciembre y cerraban en marzo. Pero sin guita, si eras socio, el refugio era el viejo piso de deportes con su pista de hielo, que quedó anclada en la ciudad allá por los años cuarenta, por la quiebra de una compañía llamada Martínez de Hoz, o al costado la gran pista de patinaje sobre ruedas y varios cines donde gratis veíamos dibujos y cortos de propaganda peronista, pero lo mejor del verano era jugar hasta altas horas en las calles, casi la mayoría de tierra todavía. En el invierno escolar (de marzo a diciembre, en esa época) la escuela con el castigo de los deberes que en esa época eran con ilustraciones, a veces venía algún compañero a hacerlos con nosotros y también a “tomar la leche” como se decía en la época, hasta que llegara la madre o algún hermano mayor a buscarlo.
Eran épocas de mañanas con escarcha, de sabañones en las orejas y en los dedos, que solo se curaban con ácido pícrico que nos dejaba de color amarillo-güevo. Era la época del guardapolvo blanco riguroso y de las capas de goma cuando llovía junto a las botas de goma o para el rocío fuerte de la mañana, las galochas de goma sobre los zapatos -un solo par por año- y que había que cuidar y equilibrar el desgaste con el único par de zapatillas para las horas de gimnasia.
Otro entretenimiento durante las frecuentes rabonas al cole pasadas en “El viejo Lombardero” (heladería tradicional en el verano) con panchos y cocas (pagadas con las monedas malhabidas de los vueltos de los mandados), jugando horas al metegol, los viejos (no habían aparecido todavía las maquinitas con fichas), metegoles viejísimos de madera, con los muñequitos tallados y mal pintados que hacían el ruido metálico con la pelotita de madera cuando producíamos el prohibido molinete, había carteles por todos lados junto al prohibido escupir, sobre el uso de los baños solo para la clientela, y el prohibido hacer molinete en el metegol (habían roto con la maniobra vidrios y cerrado algún ojo). Pero esa era la diversión afuera, adentro de nuestras casas solo había un bien preciado que nos hacía junto a la lectura mas llevadera la vida rutinaria, la radio.Y no esas portátiles de ahora, eran las grandes de madera, fijas, eléctricas, casi siempre un mueble mas. Con el ojito verde, que a medida que girabas la perilla de las estaciones se cerraba o se abría dándole expresión del monstruo Polifemo. Casi siempre ubicada en los lugares de reunión, al lado del living si lo había o en la cocina que era el centro donde se vivía, salvo la visita de invitados finolis o alguna fiesta donde reinaba el Ranser en el livin-comedor y para los chicos el Winco en la zapie. Los horarios tempranos de la tarde, durante los días de semana, era de los radioteatros, con las madres, las hermanas y alguna vecina que venia a matear y tejer mientras escuchaban. La hora de la "leche", nuevamente nuestra con alguna serie como Tarzanito. Y después cuando llegaba el viejo a casa del trabajo era “El Glostora tango club”, de radio El Mundo y el gran final con Los Pérez García mientras se comía y a dormir.
Mardel era una ciudad “gorila”, de raigambre socialista, muy antiperonista donde todo el mundo votaba por el viejo PSD, de Palacios y de Ghioldi, tranquila, con intendentes que la recorrían en bici y una de las formas de rechazo al régimen peronista era el escuchar las radios uruguayas. La principal Radio Carve, con sus teleteatros, llenos de argentinos que acá no tenían trabajo por problemas políticos, radioteatros con Alcón y María Rosa Gallo y después a la tardecita Wimpi y su peluquería. Pero había algo que paraba a todos en los momentos posteriores al almuerzo, eran los radioteatros locales, solo había dos emisoras y cada una tenía el suyo, la ciudad se dividía en dos bandos, según lo que escucharas. Uno era el de las viejas novelas refritadas tipo “El León de Francia” o la popular y folclórica “Hormiga Negra", nosotros que cargábamos la cultura de “Montecristo” o de “Los tres mosqueteros” nos sentíamos mas proclives a D´artagnan jugando después con las espadas de madera. La otra era la corriente popular, a veces gauchesca o a veces tanguera, muchas de ellas recreaciones de Juan Carlos Chiappe. Un genio en lo suyo, admirado por Leonardo Favio que las escuchaba en sus tardes de chico en Mendoza y que le filma como homenaje su famoso Nazareno Cruz, que nosotros escuchamos tantas veces por la radio. Sus novelas, como todo el teatro popular tenían personajes fijos como Garabito (una especie de payaso sentimentaloide que era nuestro preferido), los otros personajes casi fijos, hasta con el mismo nombre, pasara la historia aquí, en Italia o en Francia. Las obras eran ya famosas y probadas, dadas hasta el hartazgo en todo el país: “Fachenzo el maldito” o ”El amor de la Cachirla” o “Por las calles de Pompeya yora el tango y la Mireya”, su clásico tanguero, que primero estrenadas en Buenos Aires en radio Excelsior o Argentina, se daban después por las ciudades chicas, y por fin llegaban a Mardel, el primer año en radio y al segundo en los cines, los teatros o los clubes.
Todo esto que conté fue para situar a “R.” mi condiscípulo, el feo de la buena voz porque él era el niño prodigio de la compañía de Juan Carlos Jiménez, la popular. Al quia le hacíamos repetir los textos al otro día en los recreos y que repartiera entradas de regalo en los estrenos. El pobre flaco, alto de casi 1,70, a los diez años (nos llevaba varias cabezas al resto) era el ejemplo del “tarugo”, despeinado, narigón y mocoso, tirando a sucio, pantalones cortos para reafirmar lo de “niño”, los huevos casi se le escapaban por el lompa cuando jugaba al fulbo sin delantal. Claro era época en que estaban de moda los prodigios, casi todos españoles los que veíamos en el cine local, Joselito, aterrando con “una vez un ruiseñor...” o Pablito Calvo con su “Marcelino Pan y vino”, alguna chica como Marisol también gallega pero casi un preaviso de lo pop, acá habíamos tenido a la nuestra: Adrianita, que había pasado a formar parte del folclore peronista en la radio con un ciclo que se llamaba “Un mundo de fantasía” y en el cine con unas películas insufribles por lo lacrimógenas. Ese radioteatro llevado a los barrios, era espectacular en el peor sentido, solo igualable a algunas animaciones de “Todo por dos pesos”, donde lo kitchs, lo melodramático, la incoherencia en los tiempos, en el lenguaje, las situaciones livianamente edípicas, el enamoramiento entre hermanos que no sabían que lo eran y que se descubrían solo en las frases que dejaban pendientes en los distintos capítulos los relatores. Porque lo distintivo de este género era el relator, que era quien situaba, creaba los climas, contaba infidencias de los personajes, nos advertía del traidor, de la mujer pérfida, nos contaba los pasos futuros y las historias pasadas que la novela no había tocado. A veces en el teatro el relator era mas famoso que los artistas, hablaba a la vista, con sus papeles en un atril. Pero lo más interesante, que en toda obra uno de los cuadros cumbres era con música y bailes, sería posiblemente un resabio del viejo circo criollo, sino era durante el gran final, casi siempre con la fiesta de matrimonio de los protagonistas o el bautismo del primer hijo. Las vueltas de tuerca de las representaciones era la inclusión de mascotas, casi siempre perros adiestrados, algún perro de policía que se presentaba como Rin-tin-tin III o VI, según la conveniencia o un collie del cual se decía en el programa de mano que era un hijo de Lassie, (ellos eran los perros estrellas de la época), en los programas de cine siempre se incluía algún episodio de los “legítimos”, ya vendrían con la posmodernidad gatos como Chatran. En los entreactos, mientras cambiaban las escenografías con telón negro, el rope atravesaba aros de fuego, saltaba vallas, subía escaleras, o simplemente desataba espectadores que se prestaban para ser atados a una silla... La competencia hizo que uno de los elencos en una obra campestre, pusieran diez ponnies en escena para cuando llegaba la indiada, convirtiendo el escenario en un verdadero bosteadero, con el problema de la limpieza y el olor en la sala. Todo esto hizo que cuando conocimos las obras de Fellini sobre su infancia, sus amigos, su despertar sexual, no nos asombraran tanto, para nosotros era la vida común, la habíamos vivido así, con esa magia. Todo terminó casi con la década, sincronizadamente. Una tarde a la hora del radioteatro se informó que viniendo de Miramar de actuar había volcado el auto de Juan Carlos Giménez y todos menos la primera estrella, (Marita de la Cruz) habían muerto. Después a los meses y con bastones comenzó el teleteatro de la Marita, pero ya no era lo mismo, la magía se había acabado. La otra compañía, la “culturosa”, la del León de Francia, también terminó abruptamente por un accidente que tuvo el galán. El galán de baires de la radio había sido cantor, se llamaba Raúl Chanel y en el teatro Colón de Mardel se tiraba con una cuerda agarrada al centro del techo desde los palcos altos, (con capa, antifaz y espada en la mano como el zorro) después, por los años lo reemplazó Osvaldo Carmona (otro langa) pero… se cortó la cuerda. Cuando lo cuento parece un chiste, un día hice que lo relatara su hija, Sandra, que era una de las guías del museo Castagnino, tampoco lo creyeron… (manga de incrédulos). Así terminó la carrera del León, que a partir de ese momento fue el “rengo” Carmona, siguió muchos años como relator de otra compañía que armó y finalmente como locutor en las radios de mardel, siempre presentado como Osvaldo “león” Carmona, pero ya eran los primeros sesenta y empezaba a llegar tímidamente la televisión... El flaco R. siguió en la radio, en algún diario, creo que era El Atlántico, vendiendo publicidad, escribiendo algunas notas en revistas de gremios, con Moyano, con Ibáñez o con Saravia de la pesca, los sindicalistas que apoyaron a Menem cuando todavía estaba preso en Tandil y pasaba los fines de semana en el paisito, después el flaco ya de lleno en la mala política, buchón de la cana, se comentaba que también de la Side, tuvo oscuros programas políticos que mejor olvidar...
Nos despedimos con Luis, (ojo que también hablamos de pintura, y de la vida y de otras boludeces no trascendentales), otro día, en otro encuentro con el cofla despellejaremos a otro recuerdo del paisito...
Alejandro
03 julio 2007
TESTIMONIAL
APOSTILLAS AL ULTIMO POST
CON DIVAGUES SOBRE LA PRIVACIDAD.
ETC
Al final de la película “El Sacrificio”, de Andrei Tarkovsky, Alexander, que poco después va a incendiar su casa, dejá un mensaje para su familia: “Queridos, he dormido mal; no me despierten; salgan a dar un paseo. El niño les enseñará el árbol japonés que plantamos ayer. ¿O ha sido hoy? No lo recuerdo pero da lo mismo. Un beso. He tomado mis píldoras. Perdónenme a pesar de todo. 19 de junio de 1985. 10.07 am”.
APOSTILLAS AL ULTIMO POST
CON DIVAGUES SOBRE LA PRIVACIDAD.
ETC
Al final de la película “El Sacrificio”, de Andrei Tarkovsky, Alexander, que poco después va a incendiar su casa, dejá un mensaje para su familia: “Queridos, he dormido mal; no me despierten; salgan a dar un paseo. El niño les enseñará el árbol japonés que plantamos ayer. ¿O ha sido hoy? No lo recuerdo pero da lo mismo. Un beso. He tomado mis píldoras. Perdónenme a pesar de todo. 19 de junio de 1985. 10.07 am”.
El último post, estuvo atravesado-motivado-fogoneado por broncas y resentimientos personales de esos que pasan a estas alturas (mias). Y ahora, aclaro errores que por la rapidez del texto a dos dedos a los que no controla el cerebro -cerebro del que van quedando jirones- o tal vez por la falta de control se escapan, no por divague, sino por atolondramiento, pero entre tanta “paja”, siempre se encuentra alguna semilla, como una nota de ayer en “El País”, de Laurie Anderson sobre la pérdida de la privacidad, tema que me interesa. También buscaba en recortes y en libros por algo que había escrito sobre Victorio Codovilla, para contestar un comentario, por confusión, confusión que voy a seguir revisando y encontraba en documentos de ex militantes del PCA (partido comunista argentino), escritos sobre los años setenta que trataban sobre el pedido de paradero de Haroldo Conti, finalmente desaparecido (y donde se hacía un elogio para el turco escriba) . En la nota dice “único intelectual del PCJ que se animó a reclamar sobre el paradero de Conti”, si, después también vino el padre Castellani (intelectual de la derecha nacionalista mas cerrada, y al que por sus ideas cuesta sacarse el sombrero, pero son esas contradicciones de los personajes de nuestra historia cultural y política). Fue en aquella famosa visita a la junta con Rati, presidente de la SADE (mudo), con un Borges que solo alabó la comida y donde Sábato se hizo el sótano, puta reunión a la que Julia Constenla (ex directora de colecciones de la revista Crisis) -amiga y colaboradora durante mas de medio siglo de Sábato y biógrafa de la familia- todavía hasta hace unos años, vanamente defendía el proceder en la famosa reunión de la honra del ex científico, esto en una reunión homenaje a la desaparecida publicación que se hizo hace unos cinco años en Filosofía de la UBA, pero para los que siguen jodiendo con el turco noventista, conviene además que lean su obra, sobre todo una joyita como “La Manifestación” y que lean lo que sobre esta obra dice Cristian Ferrer que lo considera a su cuento como uno de los dos textos mas importantes que se han escrito sobre movimientos populares en la literatura argentina contemporánea.
Durante mi vida (la vida medianamente pensante) tuve quilombos con el famoso PCA, siempre me olió a señoras gordas hablando de los pobres mientras comían masas, tomaban el té y jugaban a las cartas, pero también me olía a burocracia política y a empresariado nacional connivente con grupos económicos muy truchos. Con el tiempo me fui enterando de algunos manejos de esos grupos del “partido” y como derivaban las finanzas de recaudación (afiliación digamos, el famoso carnet del partido, la cuota de los camaradas) dineros que financiaban distintos negocios como el azucarero, comprando los ingenios quebrados o que hacían quebrar y llegando a manejar una altísima proporción de lo que se llama “el azúcar negro”, negro por no declarar a los trabajadores, negro por venderlo sin facturación, etc. Acá siempre los grupos de la izquierda se caracterizaron por pegarle en la faz cultural a gente como los Blaquier por ser los dueños del famoso ing. Ledesma, que se llamaba entonces Arrieta, por el caso de Luis Ramón Aridez y de otros desaparecidos del ingenio a manos de la represión militar por haber sido “marcados” desde ”adentro”, pero nunca la izquierda dijo nada de los Codovilla, los Nadra, los Ghioldi y de sus mentores intelectuales como Gelbard, que además llegó a manejar el ministerio de Economía camuflado en el peronismo de los 70, y haciendo negocios con los principales grupos económicos como el de Madanes o Brodner. Un PC, que también pactó con los militares y delató. Que apretó a sus artistas populares de la misma manera que hoy lo hace un Albistur, y sino que lo digan Carlos Alonso, la Negra Sosa, Los Trovadores, vendiendo longsplays o grabados con el sello del PC en las carpas de los recitales culturales a $ l de la época o láminas de artistas como Bruzzone o algún disco de Tejada Gómez. Epocas en que los burócratas del partido alquilaban el yate presidencial, el Tecuara -aquel famoso barco donde navegaban Evita y Juan-, que tenía detalles como la grifería de oro y el mobiliario de estilo enchapado en raíces de nogal, para dar fiestas que terminaban en remates para que los “empresarios” compraran obra de los artistas que con esa recaudación financiaban el ansiado viaje europeo y llegaban a exponer, en el caso de los pintores, a las galerías del partido como la “O” o la “Giulia” en Italia; en realidad todos terminaban en la anquilosada Grecia, de un partido comunista stalinista afín al nuestro. Mientras el flamante eurocomunismo con líderes como Berlinguer o Carrillo o Marchais, se reían de nuestros Komisarios. Pero como decía en el post anterior lo mío no es... acá agrego: lo mío tampoco es la política, solo que viví siempre aquí... y como decía el difunto Peralta Ramos, alias el gordo, “yo soy de acá”... repetido decenas de veces con el fondo de guitarra monocorde que lo asemejaría a un John Cage vernáculo, pero gordo, con mucho pelo y a veces con sombrero tejano blanco...
Me pongo negro, sombrío con los recuerdos y trato de salir de esto. Igualmente eran momentos donde pese a la represión se vivía creyendo en la salvación por la individualidad, aún en los peores momentos. Destaqué, de la para mi solo bien hecha “La vida de los otros”, la frase del ex jefe de la policía secreta (la Stasi) que le dice al final al artista que vive en libertad, pero ya árido y sin ideas: “Ustedes solo podían crear cuando nosotros los reprimíamos”. Algún día acá, entre tanto repaso de los 7o muchos se van a asombrar cuando se conozcan las colecciones privadas de arte de los represores como Massera y la temática elegida por ellos. Pero fue otro momento y de a poco, pasados esos años en los primeros ochenta se empezaba a perder la noción de privacidad sobre todo por el boom de los medios. Pero que pasa ahora con el ciudadano común? El que es filmado en cuanto banco o institución entra y en donde deja su número de documento, al que se le hacen análisis de todo tipo para conseguir un trabajo de mierda y quedan archivados quien sabe donde. Al que se le toman pruebas de sida sin su conocimiento y al que en poco tiempo se le estudiará el patrón genético para determinar las posibilidades de ascenso en el escalafón laboral. Y así seguiría, todo ya estaba previsto en la obra de Wells, donde se hablaba como (de forma mas artesanal, lógicamente) se condicionaba a los bebés para su futura vida adulta productiva. La modernidad-ya, trata de reemplazar los últimos años de cirugías-express de lo que fuera al superhombre perfecto genéticamente creado. El hombre se ha convertido en juego, en espectáculo, en producto, en información que cambia, pasó en pocos años de una modificación artesanal, anillos, aros, piercing, tatuajes o a las modificaciones traumáticas producidas por los accidentes (el manco Scioli) a ser ahora un producto del arte médico o del arte científico, que nos transforma en “eso que ves”, y a su vez somos lo que soñamos, “el sueño del mutante” (A. G. Villalba). Esa es la sociedad del futuro-ya, y en la nota de la Anderson ella hablaba sobre el tema de lo privado horrorizada por las manifestaciones de una quinceañera conocida que comentaba no interesarle, tener desde su vida sexual, cuentas, amigos, etc., todo: “on line” y remataba “no me interesa la privacidad”… Laurie terminaba su nota diciendo que justamente la privacidad fue el tesoro de su vida y aclara: la tecnología pasa, como pasó siempre: de prisa, pero lo importante es la pérdida de esa privacidad. Y aquí se da la relación entre estado (o “algo”) que observa y el individuo que es observado. Entonces recordé una muestra magnifica de los… sería fines de los ochenta, en la Fundación San Telmo, el artista, Osvaldo Romberg, un argentino que en algún momento casi llegó a integrar el grupo de los trece del CAYC, Osvaldo es uno de los mejores artistas conceptuales y por desgracia hace años que no se ven muestras de él acá. Esa se llamaba algo así como la valija transparente, (perdí con los años, las mudanzas y las desgracias tales como una caída de techo por lluvia en Caballito, catálogos y materiales que ahora apuntalarían ciertos recuerdos), pero si no fuera así que alguien me lo demande. La muestra era en cierta forma un homenaje al gran vidrio de Duchamp y a sus valijas de arte, pero con una vuelta de tuerca en cuanto a lo transparente y a lo invisible. Romberg aue vivía en Nueva York, había optado por lo invisible, y una de sus formas militantes de invisibilidad era su desaparición como “habitante cifrado” con todas las responsabilidades y obligaciones, un oscuro, que sin documentación a la vista, tarjetas de crédito, números telefónicos a su nombre, créditos, hipotecas, etc., se movía en zonas donde no podía ser ubicado por las cámaras de seguridad (que según la nota de la Anderson llegan hasta ocho en algunos puntos de New York). Romberg vivía en zonas de ocupas, galpones, edificios abandonados próximos a demoler, etc. y cambiaba constantemente de lugar. Compraba teléfonos descartables para comunicarse y pagaba todas sus compras y solo vendía sus obras en dinero efectivo y en billetes chicos para no ser identificado. Eso era un poco el espíritu de su obra de arte, él mismo y su total individualidad expuesta a muy pocos y pudorosamente.
En los años noventa también ví una película que me impresionó, “Informe Pelicano”, no entendí muchas claves, para mi la net era todavía desconocida, se hablaba mucho del proyecto Etchelon, eso era imposible dilucidar desde esta realidad. Igual la trama de la cinta era atrapante. Con los años la ví varias veces aunque ya sabía el desenlace, que Dezel se salvaba, que se quedaba con la muchacha… todo. Solo me había parecido una fantasía como ubicaban al “malo” gracias a ciertas formas de entrecruzamiento de datos y a un supuesto proyecto americano-europeo, que entonces supe que era real, que flotaba sobre el mundo, que leía tus mails cuando alguna palabra decía algo parecido a explosión,o bomba o escuchaba tus conversaciones telefónicas y se accionaba por las palabras claves ante un posible ataque suicida. Para reconocer a los posibles terroristas se les cruzaban las tarjetas de crédito, los libros que retiraban en la biblioteca, todo elemento que hubiera dejado una huella o un código de barras en la ficha del tipo. Y todo eso armaba un perfil. Claro hoy en día escuchamos en cualquier seguimiento policial que se detiene gente por las escuchas telefónicas, por sistemas como el excalibur, y hasta te pasan conversaciones por tv, privadas entre parejas. Pero ahora -y no pasaron ni quince años de esa película- no nos mueve un pelo leer que nos invitan a una presentación de libros, porque la librería en la cual compramos nuestros libros ha armado una ficha sobre nuestros gustos o preferencias. O que el mercado en que compramos nuestros alimentos con tarjeta, nos mande una notificación para asistir a una presentación de vinos que podría ser de nuestro agrado. Ese avance sobre la individualidad es lo que preveía la muestra de Romberg o que critica la nota de la Anderson. Claro también nos tiraba claves Blade Runner, hace veinticinco años la película y treinta años antes el libro (“Sueñan los androides con ovejas eléctricas”), donde perseguían para destruir a los androides que habían terminado su vida útil, “los replicantes” que tenían piel, carne y sangraban, pero se descubrían por ser los únicos que lloraban…Hoy leo en el diario la manipulación genética que se está haciendo sobre perros, creando animalitos a gusto del consumidor, pero el problema está en los fracasos, los desechables, con símiles al hombre elefante pero no nacidos por el azar sino por fallas de control de algunos elementos que se escapan a la manipulación. Ya habíamos visto los problemas con las razas de perros creadas: 350, en casi doscientos años -el dogo argentino, doberman, rottweiler, etc.-, que ya Europa prohíbe. Pero degenerar mas las formas usando el genetismo ya es aberrante, peor aún que el caso de la oveja Dolly, donde se duplicó el animal pero con las células envejecidas, lo que hizo que la mas joven muriera enseguida. Pero tampoco este es un blog sobre el futurismo y mucho menos sobre genética…
Fue un fin de semana activo, mi segunda muestra visitada en cinco años de “larva”, la muestra infectada de marplas. Había venido el (ex) flaco Marzoratti, que me arrastró. Al expositor no lo conocía, sí a su obra. Muy dentro de esa tradición rioplatense: la famosa escuela de Torres García, pero en la versión Gurvich, aclaro que es un movimiento que me interesa pero adscribo mas a la escuela uruguaya de Barradas, igual me asombraron las esculturas de Baino, de una calidad poco usual, buen colorido, espléndidas. Después fuimos como es lógico a comer con los artistas, el galerista, un marchand atípico y mujeraje diverso y variopinto. Discutí acaloradamente con el galerista, ferviente admirador y coleccionista de las obras del período de los 80 y a ese período dedico su muestra inaugural, me encantó que alguien que se dedique a comerciar con obras de arte tenga esa pasión y que le diera crédito en la discusión a un desubicado como yo. Era la primera vez que pisaba esa galería, muy bien puesta, cerca de mi guarida, me pareció rarísimo lo lejos del circuito clásico, esa era la segunda exhibición y yo seguía con las extrañas relaciones que me suceden ultimamente ya que la muestra de la que yo en el post anterior hablaba (sin haber ido a ver),solo comentando la fotografía de Azzaro por la nota de Terranova en el diario Perfil, había sido ahi… La discusión bife mediante fue interesantísima y para seguirla en otro momento, los ochenta fueron un período muy bisagra en el arte, por algo también el Malba se "calentó" ahora con esos tiempos, con la suerte de que hay mucho artista testimonio vivo, veremos qué pasa y como sigue, hubo otras comidas, mas desencuentros con el turco escriba y el turco marpla, pero la semana que viene habrá revancha...
Alejandro
Alejandro