TESTIMONIALES
“canta a la vida hasta llegarle al corazón,
Y si no se lo alcanzas,
aférrate de los tobillos
Hasta saber por que renguea…”
(¿?)
No quiero hacer balances…
La vida últimamente se da como en las películas de clase C, donde junto a lo más obvio, encontrás alguna "llamada" del guionista, tratando de que lo rescates de su labor de ganapan. Me desperté por décima vez en la silla donde entre otras cosas, miro tv, mientras apuro los restos de vino, o de algún güisqui o del medio y medio casero, y entre los vapores del sueño, y el semi-mareo, escuché esa frase sobre cantarle a la vida, dicha al unísono en un bar de Nueva York, por dos posibles inmigrantes irlandeses, reconociéndose además de bebedores, poseedores de cierta cultura que los identificaba como socios de algún clan, lo que me deja afuera. Pienso que yo podría estar en alguna Kilkeny de trasmundo, chupando una idem o una Guinnes espumosa y al reconocer a algún argento (que siempre los hay), acercarme y después de un guiño y un eructo a yerba empezar a dúo a recitar la “Fundación mítica de Buenos Aires” y los de pollerita del antro, mayoría, se quedarían mas en bolas aún que por la falta (según dicen) del “sonzillonca”. A veces en los guiños de algún programa como Lost, encontrás referencias o frases muy universales, que todos entendemos y eso aumenta el aura de la serie, acá no, porque eso de mezclar el corazón con los tobillos, es demasiado. Me remite a pensar en mis dolencias, mi gota, mi… pero ya los dos protagonistas se estaban cagando a trompadas en el baño omitiendo las complicidades con hadas, elfos, gnomos y entiendo menos y apago. Freno con cuidado y acelero después de la curva, juro que será uno de los últimos derrapes, posiblemente es porque nunca manejé.
“canta a la vida hasta llegarle al corazón,
Y si no se lo alcanzas,
aférrate de los tobillos
Hasta saber por que renguea…”
(¿?)
No quiero hacer balances…
La vida últimamente se da como en las películas de clase C, donde junto a lo más obvio, encontrás alguna "llamada" del guionista, tratando de que lo rescates de su labor de ganapan. Me desperté por décima vez en la silla donde entre otras cosas, miro tv, mientras apuro los restos de vino, o de algún güisqui o del medio y medio casero, y entre los vapores del sueño, y el semi-mareo, escuché esa frase sobre cantarle a la vida, dicha al unísono en un bar de Nueva York, por dos posibles inmigrantes irlandeses, reconociéndose además de bebedores, poseedores de cierta cultura que los identificaba como socios de algún clan, lo que me deja afuera. Pienso que yo podría estar en alguna Kilkeny de trasmundo, chupando una idem o una Guinnes espumosa y al reconocer a algún argento (que siempre los hay), acercarme y después de un guiño y un eructo a yerba empezar a dúo a recitar la “Fundación mítica de Buenos Aires” y los de pollerita del antro, mayoría, se quedarían mas en bolas aún que por la falta (según dicen) del “sonzillonca”. A veces en los guiños de algún programa como Lost, encontrás referencias o frases muy universales, que todos entendemos y eso aumenta el aura de la serie, acá no, porque eso de mezclar el corazón con los tobillos, es demasiado. Me remite a pensar en mis dolencias, mi gota, mi… pero ya los dos protagonistas se estaban cagando a trompadas en el baño omitiendo las complicidades con hadas, elfos, gnomos y entiendo menos y apago. Freno con cuidado y acelero después de la curva, juro que será uno de los últimos derrapes, posiblemente es porque nunca manejé.
El de la batería del séptimo me devuelve a la realidad, recorro el pasillo, abriendo todas las ventanas y pongo al maximo a Chet Baker, con Bill Evans, Earl May en bajo y Clifford Jarvis en batería y para aumentar la apuesta, el woofer al mango, si el guacho no entiende lo que es ritmo, se lo pasaré por debajo de la puerta el lunes. Desde el fondo del pozo se empieza a sentir el zapateo neo-flamenco-indiano del tablado del piano-terra, tiro por la ventana al Baker sin la caja y pongo al Juanito Valderrama atronando el espacio, y me voy a la cama pensando en por qué carajo me volví tan purista en este tiempo. No quiero hacer balances. No quiero hacer balances. No quiero hacer balances. No quiero hacer. No quiero… mama… no quiero… Cuando crezca tendré tiempo de hacerlos. De pedir tiempo como en el básquet y después retroceder diez casillas sin perder los puntos. De pedirle perdón a todos los que atropellé, para tampoco llegar primero a algún no-lugar deshabitado. Mientras trato de dormirme, cosa mas difícil que en la silla frente al TV, trato para vencer a los balances, de pensar solo en lo que hago medianamente bien, o en lo que soy eficiente, no en lo personal donde ya abandoné toda posibilidad de recuperación hace mucho y sin necesidad de balances. Como siempre caigo en el puto oficio. La última tabla de salvación. Me vanaglorio de la técnica aún habiendo faltado a la cita la creación, pero hoy me deleitaba leyendo a Gomez Davila, en sus Escolios... diciendo “Los tres enemigos del hombre son el demonio, el Estado y la técnica” ¿No será al fin la técnica una pajería mas? Perdón una masturbación de las formas. Con el Estado no me meto, ahora y en el demonio no creo… Pero ya dije, no habrá balances, ni juramentos que mañana tenga que traicionar o sacar a relucir la apostasía implícita. No hay balance, asumo las consecuencias, disparen… fuego.
Me levanto, no puedo dormir, seguiré con la TV. Feliz año al que lo sienta así y al que no (como yo), que abra el paraguas, pero el reforzado, porque las nubes son de adoquines y cuando comience a llover no habrá carne ni hueso que resista… Apago al chupete que como un cíclope me mira con el ojo ciego, podrido por mi indecisión. Tiro a la mierda por la ventana del hueco-patio al Juanito, que seguía atronando, solo, en el equipo, en su tarea de concientizar tablados, planea un poco, choca contra una ventana y hace apenas un ruidito en el fondo. Solo espanta a las palomas, pero menos que el zapateo de los andaluces truchos de ajoba… Cierro las ventanas, en la bandeja vacía apoyo a Tom Waits, que comienza a graznar “Big in Japan”, pero un poco mas bajo que Juanito, y sin woofer, después apuro un reserva cada vez mas parecido al alcohol de quemar y me voy quedando adormilado ante la pantalla de la notebook…
Alejandro
Alejandro