
TERMINENOS CON EL ESPACIO PUBLICO
LA CULTURA
EL BOCA DUHALDISTA
Y CON LOS MUNDOS SUBTERRANEOS
Basta de política y de cultura, hablé mucho últimamente de lo que pasa en el arte (pintura, etc.), de la Feria (Arco), de los expositores, de la comercialización. En mi pobre mundo no quedan a estas alturas muchos mas temas, por lo que agotados estos como siempre vuelvo al barrio, que como ya casi los otros 99 (Castillo dixit, mal que le pesen sus temas a la vieja lesbiana en sus aportes dominicales filosóficos) placita Lorea que ya tiene su asentamiento, (bueno éste lleva casi más de diez años) alimentado por sucesivas emigraciones del Borda y no mas al asentamiento subterráneo, tapado ahora el acceso a los viejos baños del subte, en este triangulito de manzana conviven un espacio para perros, con un espacio para esos subhumanos, locos, sidosos, pedigueños, que de noche ambulan de la recova del teatro Liceo, de donde en invierno achacan maderas y elementos escenográficos para calentar los cuerpos. Este es el límite de “mi” avenida, el otro es la 9 de Julio con el peluquero que me arregla el bocho y acomoda la barba. En el medio los cuatro o cinco cafés, el chino, pizzería, dos o tres comederos para salir del paso, más de lo que se puede encontrar en cualquier ciudad chica del interior. Los extramuros, el marquero, los proveedores de materiales, algún comedero distinto, Carlitos, El Cuartito de la pizza y el moscato con soda y las dos o tres galerías de arte que visito, ¿para qué más? La diversión: Lin en su “Perlita”, los comentarios con la puta y el traba y los cruces entre ellos. Lin sigue de vacaciones y sigue mandando postales de la Feliz, que me muestra y traduce la chica de la caja, cuando estoy en la cola, las agita y grita, “Mirá que mandó el boludo”, últimamente aprendió la palabra y la coloca en todas sus conversaciones, boludea a los proveedores (que le quieren pegar), a los correntinos dependientes que se la enseñaron, al carniza paraguayo que le muestra la cuchilla y escupe sobre la bola de lomo y al bolita verdulero (mi nuevo modelo), que se debe extrañar cuando le pregunto por la espinaca mientras miro la forma de la nariz, los ojos o del nacimiento del pelo, la bolita hembra sigue con su mantra, “¿Que más va a lievar?”, que es lo único que he escuchado de su voz desde hace cuatro años, mientras el bolita macho ofrece, “melones dulces, mangos, zanahoria, kituchos, mokote…”. Aprovecho que los correntinos están entregando pedidos y que no está Lin ni su mujer y me mando por la escalera que está en el último pasillo y que en la confitería antes que ellos llegaran llevaba a los baños. Han tirado todas las paredes, alisaron el piso, y entre pilas de jamones agusanados, toneles con pescados en salmuera de terrible olor, pilas de cajas de fideos de arroz, packs de salsa de soja vencidas, de latas de Lichings o algo así, cerca de veinte catres de campaña donde en algunos ocupados veo a la cajera de la tarde, a las fiambreras, y a dos chicas nuevas que limpian. Escucho un ruido fuerte pero solo que empuje sin querer un tablero con la foto de Ho-Chi-Min, usado para tirar dardos y con el puntaje pintado a mano pero en símbolos que no entiendo (¿será el puntaje?) en la pared del frente un portal con dragones y unas escaleras doradas miro apurado y veo que llegan hasta el subte ¿será una puerta de escape o de llegada, será un vortice a otro mundo? Me vuelvo despacio tratando de no despertar a los chinos, cuando salgo entre las góndolas escucho a la cajera que me grita ¿Qué hacía ahí boludo!, balbuceo que me equivoqué, trato de explicarle que estoy escribiendo un trabajo sobre la analogía entre Sábato, Marechal, la Placita Lorea y todos los demás mundos subterráneos, le cuento de Cortázar y su historieta escondida para que no se conozcan los esponsors venezolanos, con ilustraciones de Cedrón, pero no me cree y me hace echar por los correntinos, que se rien y me gritan a duo ¡boludo!, ¿vos escribiendo analogías? sin la compra, ni el vuelto y todo sudado y con un chichón en la frente producido por un chipá mohoso y de buena puntería, vuelvo a casa jurando que lo que falta del día lo voy a dedicar solo a pensar en los espacios públicos, el Teatro Colón y no en los baños subterráneos de la Placita Lorea que me contaron fueron un hospital de campaña…
Alejandro