TESTIMONIALES
¿QUE HICISTE PAPA, PARA SOBREVIVIR EN ESTE MEDIO
SIN VENDER EL ALMA AL DIABLO, O...?
¿Cómo nació esto? Como diría cierta amiga semióloga: “...este texto, el texto, ¿qué texto?”. Bueno, fue tratando de contestar la pregunta de cómo sobrevivir en este mundo -ambiente de la pintura por estas tierras, como vivir, comer y como seguir pintando- que ya es bastante, ¿pero además, no es lo que hacemos todos, en cualquier actividad eso de subsistir?.
SIN VENDER EL ALMA AL DIABLO, O...?
¿Cómo nació esto? Como diría cierta amiga semióloga: “...este texto, el texto, ¿qué texto?”. Bueno, fue tratando de contestar la pregunta de cómo sobrevivir en este mundo -ambiente de la pintura por estas tierras, como vivir, comer y como seguir pintando- que ya es bastante, ¿pero además, no es lo que hacemos todos, en cualquier actividad eso de subsistir?.
En los ambientes de arte, bah, en los cafés o bares circundantes a... (algún museo, algún centro, alguna galería, etc.) la charla siempre finaliza con: siempre que vengo a conversar con vos de arte me salís preguntando como van las ventas ¿Es que un artista (¿?) debe perder el tiempo de su inspiración (otrora un bien divino) en pensar en la pitanza? ¿Todo se reduce a pensar en cómo llegar vivo a la próxima muestra en forma más o menos decorosa? ¿Cómo se sobrevive, hasta dónde se transa? Hasta donde un “ser”, artista o no, desciende por un poco más de vida digna.
Entonces recuerdo un referente de lo que es tratar de subsistir, una película de la Wertmüller, "Pasqualino Sette Bellezze”, donde la gordísima Kapo del campo de concentración después de un coito con el prisionero que para él fue mas un parir que un coger, se lo saca de entre las piernas jamónicas como si fuera un tampón humano y lo tira contra la pared, comparando al pobre Pasqualino -ojos cerrados e imaginación a mil, para lograr una erección decorosa- con un “verme” (un gusano), y explicándole lo que un gusano hace para sobrevivir, pero el pobre hizo un poco más que un gusano -salvó su vida y consiguió un puesto: aunque sea de delator- .
Pero nuestra vida acá, no es precisamente Hollywood , ni Cinecitta y nadie muere sin sudar bastante y renunciando a... (a cualquier cosa). Lo nuestro siempre fue y es más pedestre, menos heroico, no ocasiona muertes, derrumbes ni trastornos ecológicos. Y si el aleteo de una mariposa en el oriente ocasionó o no, según el emperador chino, según Borges (como diría el bardo Carrera) terremotos en occidente, nosotros somos apenas el terremoto que dejará sólo una mariposa muerta en algún lado.
Cuando era chico, leía “El Mandarín” de Eca de Queiroz, (no encuentro o no sé si esta puta máquina tiene cerilla), pero volvamos a la idea que me cuesta por el dosaje alcohólico: “El Mandarín” trata de un personaje que recibe una campana (¿del diablo?) y que al tocar hace desaparecer a sus enemigos, acreedores o lo que mierda sea que lo obstaculice en su vida y negocios, gracia que como dije recibirá al desaparecer (¿matar?) al mandarín -a quién no conoce, ni conocerá, pero de quien heredará fortuna, hija (princesa), etc- y ahí empieza el dilema, lógicamente después de haber hecho sonar a la campana y no a la hija). ¿Ven algo de parecido a los dilemas propios...? ¿Se puede a cierta altura de la vida calcular cuantos mandarines matamos sin conocer? ¿Y conocidos? Además sólo hay que tocar la campana... es tan fácil.
Dicen que “matar al mandarin”, es una frase de origen francés que significa cometer una mala acción que nos beneficiará pero de la que nadie se va a enterar (sólo nuestra conciencia). Debe ser que en estos días en los que está por empezar el año en nuestro “gremio” (el de los pintamonas y afines) uno proyecta, recapitula, especula y además es bombardeado por las noticias que llegan de los remates, ferias y todo lo que tenga que ver con esto, allende los mares.
El leer sobre Kuitca, hablar sobre Bacon y ver aparecer al mismo momento notas similares a lo que uno opina en diarios o comentarios, hace ver que no se está equivocado con los temas que elige, el problema es para qué los elige.
Algunas notas que aparecieron en los últimos días en el diario “El País” de España, escritas por la directora de Arco, por galeristas que opinan, por artistas consagrados y hasta por los camioneros que transportan las obras llevan a la conclusión que en estas sociedades de la abundancia, donde cualquier estética vale, también cualquier discurso cabe. Y si, es otro mundo, un mundo con subtítulos, sin equivocaciones, con todo entendido prolijamente y donde cada uno sabe su papel, sino es expulsado del paraíso. Donde dice la Directora de Arco que la diferencia entre una Bienal y una Feria es que en la primera hay una idea directriz que unifica los discursos de los diferentes expositores, idea propuesta por la dirección de la Bienal y aceptada por los participantes (cosa que decía este pintor en respuesta a un post hace una semana, pero que no reconocen los capitostes locales). Y sigue... en una feria prima la idea de lo comercial, cada galería presenta a sus artistas, selecciona sus obras con un nivel más especulativo que crítico, a veces son piezas que pueden llegar a interesar a un museo y que elevarán el puntaje de confiabilidad en los feriantes, posiblemente será obra atesorada y curada por ellos mismos o por los críticos de su propio staff, pero obra de su propiedad.
Acá todo sigue siendo distinto aunque durante el verano se haya hablado de la ley de mecenazgo, de la futura ley de propiedad intelectual, etc. Los artistas flotan en un limbo oscuro, sin muchas posibilidades de salida, sólo el paso mágico de algún coleccionista particular por su taller que quiera apostar a un “caballo” sin prosapia, o ahorrarse el porcentaje de los intermediarios. El resto conseguir una beca, un crédito, ganar un premio, que una fundación te banque, ganar la lotería, el casino, la quiniela o como decía sabiamente Kenneth Kemble, casarte con una pareja millonaria o con el hijo/a de tu galerista. Entonces a la pregunta de ¿cómo hiciste para llegar hasta acá?, que hacía Palm, y... bue... matando mandarines pobres, viejos y apoliyados que ya no tenían ni fortuna, ni hijas princesas, ni tierras, ni títulos, ni...
Alejandro
Alejandro