Volvieron los monstruitos, sí, mis esperpentos, esos seres patéticos como los que denominó Don Ramón (que no era el del Chavo), tan negros como pintura de Solanas, pero tan argentos como los personajes de Discépolo. No son exactamente pulidos o cromados como los roboteches, son peludos y manchados como nuestras vacas y tan estúpidos como ellas. Grandes ubres, vaginas y porongas pero sin sexo. Tangueros, tristes y apocalípticos. A veces con patas y a veces con ruedas. Con cuernos pero sin traiciones, solo cornamenta que no se les caerá con el cambio de estación. La ciudad los enmarca pero no los contiene, apenas si los sujeta -a veces-.No van a ningún lado, sólo posan para ninguna foto ¡Son tan argentos! Tampoco para verse en ningún espejo que reproduciría a los monstruos al infinito, como diría el cieguito. Y el sueño de los monstruos...
¿Será la razón?
alejandro





















