Para mí aquello fue fuerte. Era mi primera muestra importante en Buenos Aires. La invitada especial como lo había sido en esos últimos años años era Lisa, (Luisa Mercedes Levinson), un personaje único, toda locura, mas la inteligencia y el "abolengo criollo". En la juventud la habían echado de la universidad como a otros intelectuales durante el primer peronismo, llegó a escribir en la revista "Idilio" como "Lisa Lenson", con compañeros como Gino Germani -famoso sociólogo y unos de los padres de esa carrera en nuestro país- Gino -cuyo seudónimo era "Richard Rest", analizaba los sueños de los lectores en un consultorio pseudo psicológico de esa revista femenina. Con Lisa nos conocíamos desde hacía casi cuatro años.Mi época de la plaza. Yo había expuesto muestras sobre sus textos, especialmente sobre "La Sombra del Búho", ahí nos conocimos. Pero después todos los proyectos comunes se frustraban por diferentes causas. Hasta una gran muestra de casi treinta trabajos en Austria llevada por el agregado cultural de la embajada, junto a la presentación traducida del libro desapareció misteriosamente junto al diplomático, una vez terminada. Creo que por lástima, hacia mí y por creerse culpable de haberme presentado al turro diplomático en un libro de cuentos que editó para la época de esta muestra que se llamaba "Ursula y el ahorcado", con el que también “fracasamos” esta vez por culpa de la Riccordi su quiebra y su ralación con el famoso caso de la P2 y entonces pensando que había manejado mal mis trabajos y mis derechos, a último momento agregó un capítulo con mi nombre, contando cómo nos habíamos conocido y el fracaso de los proyectos que ella adjudicaba a la "avaricia de algunos galeristas", galeristas que todavía hoy me siguen puteando donde me ven.
Aclaro que del libro no cobramos ni ella ni yo. Una por la quiebra y otra por que de diez trabajos presentados, me los recortaron todos y me explicaron que los fragmentos no se pagan y me arreglaron con dos libros, eso si los trabajos se perdieron.Era tanta su generosidad que había rechazado publicarlo en Losada que era su casa editora por que no tenía la posiblidad de poner mis trabajos.Esta vez como en todas mis muestras en capital, Lisa invitaba a sus amistades a la galería y después todos a su casa. Su casa, en las Barrancas de Belgrano era como un pequeño museo,un lugar único, no solo por la calidad de la misma casa sino por el abigarramiento de elementos extraños pero de buen gusto,no al estilo de una decoración de revista sino amontonándose a medida que los atesoraba , lo que le daba una apariencia de mercado de pulgas con magníficos cuadros, esculturas, bronces, porcelanas de todo tipo y mesas cubiertas de pilas de libros y piedras y mármoles tallados. En las reuniones,solo comíamos empanadas y tomábamos algunos vinos. Era un ceremonial. Delante de cada comensal, una azucarera-reliquia de plata labrada, con su cuchara para endulzarlas a la manera de la cocina del sur. La tremenda mesa central, llena de libros, piedras duras, mármoles y búhos de todos los tamaños que eran corridos hacia el centro. La mesa, enorme, daba hacia un jardín, con una inmensa pileta-fuente ornada con sapos y ranas de bronce patinados como la figura de la nifa que en el extremo sostenía un cántaro de donde caía el agua al igual que de la boca de alguno de los sapos, todo tenía un aire decadente y de descuido, pero que ahí parecía planificado. Lo único vivo era el pasar continuo de alguno de los tantos gatos.
El homenajeado: en el lugar de honor, (ese día era yo) sentado en el puesto al que ella llamaba: "el derriere", por que era la silla, desde donde se observaba el culo de la de la ninfa. Entre todos los instrumentos tan insólitos desparramados por el lugar : un arpa dorada con cariatide de estilo imperio donde ella tocaba y entonaba alguna milonga de su invención (a veces en inglés), otras payando o a coro con Manucho o con el "monito" Hermes Villordo, o con Battistesa el presidente de la Academia de Letras que allí perdía su solemnidad amanerada o todos ellos juntos con la Vázquez. Eran los animadores históricos del suplemento literario de La Nación.Era la culminación de mi "fiesta", Lisa no había estado en la galería esa vez, una caída esa mañana, y con yeso recién estrenado hizo que nos esperara en su casa, para festejar. Algunos de los que fueros eran mis amigos, pocos, en este Buenos Aires nuevo,el resto toda su gente.
Al llegar la encontramos como en una puesta de escena. En un sillón de un cuerpo, con su pelo rojo anaranjado, colocado contra el respaldo cubierto de una pana labrada al tono. Algo que parecía estudiado pero con el tiempo me di cuenta que no. Era exquisita y extravagante a la vez como un personaje decadente de Visconti, (tan conde y tan comunista). De la melena de fuego que aparecía debajo de su capelina ladeada aparecían a cada lado unas peinetas : una con una lluvia de plumitas rosas, y la otra con perlitas del mismo color. Sobre el torso enyesado, un pañuelo de seda también en tonos naranjas que le cubría la desnudez. El calor era agobiante así como el olor de los veintipico de gatos que constantemente transitaban la casa Pero lo curioso eran sus manos que salían del pañuelo con unos uñeros chinos de plata labrada y articulados que daban la impresión de las garras de un pájaro que se estuviera a punto de tirarse sobre su presa, cada uno de los apósitos sobresalía más de diez centímetros de los dedos. Aumentaba la similitud con un ave su voz chillona y su nariz aguileña. Constantemente graznaba el nombre de su marido: !Willy, !Williy!, y éste se acercaba para que mordiera una empanada, o servirle un trago de vino, ( el pobre Willy... en ese momento uno de los mandamás del diario "La Nación").
Todo esto la hacía centro total de la reunión, en el ambiente pesado por los calores de diciembre y solo con la brisa que llegaba de los ventanales de rejas coloniales. Entre los personajes que me acompañaron me acuerdo de Dalila Puzzovio,ex reina del DiTella a quien Lisa conoció esa noche e indagando sobre su arte y su trabajo en el "arte aplicado" un curro de Romero Brest se enteró de sus diseños de ropa y ahí nomás le hizo mostrar sus tejidos pop y le compró unas babuchas tejidas a rayas amarillas y violetas, (calculo su edad, rondaría los ochenta y no me la imagino con ese atuendo en charlas en la Sade). Pese al yeso y los calmantes, cantó, recitó, contó jugosas anécdotas sobre Borges, las novedades de Cortázar -con quien estaba su hija Luisa en París-, la nueva edición con Pérez Celis, etc., etc., pero se hacía tarde para mi y estaba lejos del departamento del centro, donde me esperaba la tribu de los turcos (de estos hablaré en otro momento). Al otro día había que volver a Mardel y llevaba en la mochila el diario La Nación (gracias a Lisa con mi primer crítica importante), que le habría de refregar al galerista de la calle Arroyo que me rechazó cuando le mostré los mismos trabajos, y que estaba a veinte pasos de donde había inaugurado, solo cruzando la calle.
Así que mi fiesta terminaba y volvería al "pueblo"...
Alejandro.
(esto lo publique en el blog el 8 de agosto del 2006)
SOBRE LUISA MERCEDES LEVINSON
En Ursula y el ahorcado (1981), una suerte de autobiografía ficcional, Levinson desbarata toda acusación de frivolidad situando su "verdadero nacimiento" en 1949, como consecuencia de una tragedia privada. De su vida anterior, empezando por su nacimiento "en uno de los primeros lustros del siglo" y en una Avenida de Mayo donde, según Borges, "nadie" nacía nunca, Levinson brinda datos escasos. Hija única de un odontólogo norteamericano y de una catalana que eligieron Buenos Aires como una especie de puerto neutral, paraíso de cosmopolitas, la mirada de Luisa Mercedes Levinson fue siempre la de una extranjera, o por lo menos, la de una outsider: uno de esos seres solitarios, profundamente deseosos de integrarse a una sociedad, pero que lo logran menos por la relación directa con sus gentes que por el consumo ávido de sus manifestaciones artísticas, las cultas y en especial, las populares de las que esa Avenida de Mayo era uno de los epicentros notorios. En este sentido, es notable la importancia que tienen en los relatos de Levinson los espacios de la sociabilidad del Buenos Aires de antes, como el corso de su avenida donde conoció a su primer marido, el médico Pablo Francisco Valenzuela, o los tés danzantes donde conocería al segundo, Guillermo Klappenbach, ingeniero y director técnico del diario LA NACION; pero también, los espectáculos teatrales que inspiran, por ejemplo, capítulos enteros de la saga criolla A la sombra del búho, o los números del varieté español, su cuento "El mito" (1977) es la reescritura del pasodoble "El relicario" que, en los años veinte y a pocos metros de su ventana, pudo haber cantado la tonadillera Raquel Meller.
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SE HA IDO TODO
..."Qué extraño haber perdido la alegría
y ver estar ahí, a su costado,
lo que se fue de uno, intacto, alzado
en resplandor, bajo la luz del día.
Dios mío, qué crueldad, qué inútil ciencia
ésta de contemplar lo que uno ha sido
junto a uno mismo, alerta la conciencia.
¡De estar irremisiblemente herido
de una herida que es luz y en su demencia
alumbra al cuerpo, del que ya se ha ido..."
O.H.Villordo